LA ALEGRÍA, CAMINO DE SANTIDAD.
sábado, 31 de octubre de 2009
Evangelio del domingo 1 de Noviembre.
LA ALEGRÍA, CAMINO DE SANTIDAD.
lunes, 26 de octubre de 2009
Evangelio del domingo 25 de octubre 2009 :El ciego de nacimiento
¿QUÉ QUIERES QUE HAGA POR TI?.
Unos más, otros menos, en líneas generales, la mayoría de las personas nos damos cuenta que más allá de la crisis global a nivel de instituciones y de los sistemas políticos y económicos, vivimos en un nivel más profundo una crisis respecto al sentido de nuestra vida. ¿A dónde vamos? ¿Qué buscamos?. Nos damos cuenta que este estilo de vida actual en lugar de favorecernos, nos deshumaniza; pero no vemos forma de desmontarlo. Estamos como ciegos. Se podría decir que asistimos a una nueva versión del episodio del evangelio de hoy (Mc.10,46-52), que nos presenta un ciego de nacimiento, pidiendo a gritos a Jesús que lo sane, a pesar de que la gente de su entorno lo hace callar, es decir, lo margina, para que no moleste ni realice acciones ridículas. En este ciego podemos vernos reflejados todos, no solo por la imposibilidad de percibir nuestra realidad en profundidad, sino también por la situación de exclusión en la que podemos estar, o la actitud excluyente que podemos tener, al marginar a alguien, por causa de nuestras cegueras. El ciego llamó a gritos a Jesús para que lo sanara. ¿A quién llamamos nosotros para ser sanados?. ¿Somos concientes de que estamos a ciegas?. Cuando Jesús escuchó el clamor del enfermo, se acercó y le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti?, es decir, no lo excluyó, sino que lo reintegró a la vida en relaciones sociales y humanas. El ciego sabiamente le respondió: “Maestro, que yo vea”. Este hombre, enfermo, no pidió dinero, ni poder. Pidió sencillamente poder ver. Pidió lo esencial para su vida en ese momento.
Ver nos permite ser testigos de la realidad en la que vivimos, tomar conciencia de ella y asumir un compromiso de participación social. Ver, significa tomar conciencia de quienes somos, cuál es nuestra identidad y qué es lo que queremos realizar como opción de vida. Desde el punto de vista de la fe, ver, significa encontrarse cara a cara con el Señor y tener una experiencia de su acción en nuestra vida, así como la experiencia del ciego al verse sanado.
¿Qué quieres que haga por ti?, es la pregunta que hoy nos hace el Señor a todos y a cada uno en particular. ¿Qué le responderemos?. De nosotros depende el saber aprovechar este momento para pedirle lo que realmente necesitamos, de modo que podamos caminar hacia una vida más humana, más solidaria, sin excluidos de ningún tipo, en donde asumamos con sinceridad lo que somos cada uno de nosotros.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
jueves, 8 de octubre de 2009
Evangelio del domingo 11 de octubre
El evangelio de este Domingo, nos presenta un hombre preocupado por conseguir la vida eterna. A la luz del relato (Mc.10,17-30) podemos ver que se trata de una persona rica en bienes materiales y con una conciencia de fidelidad a Dios, unida al cumplimiento de la ley. Cuando Jesús se da cuenta que este joven cumple fielmente todos los mandatos prescritos, entonces le propone algo nuevo, vender todo lo que tenga, darlo a los pobres y seguirlo a él; pero no fue capaz de dar este paso por el apego a sus bienes y se fue triste. Este hombre del evangelio, preocupado por conseguir la vida eterna y a la vez apegado de corazón con un criterio de fidelidad basado en el cumplimiento de normas legales y apegado de corazón a sus bienes materiales, es como un espejo en el cual podemos vernos reflejados muchos de nosotros hoy día, sumidos en una sociedad de consumo, que busca asegurar la vida terrena en forma individualista a todo precio y se angustia y entristece ante la incertidumbre de la muerte y lo que está más allá de ella.
Jesús nos invita a descubrir la alegría de vivir, de amar y de confiar en Él y en todas las personas compartiendo lo nuestro con los pobres y necesitados. La fidelidad al amor y la felicidad de la vida se juegan en la actitud de solidaridad con que vivamos. El tesoro en el cielo que promete Dios a quienes comparten lo que tienen, es el tesoro que se amasa trabajando día a día por hacer esta vida cada vez más plena.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
viernes, 25 de septiembre de 2009
Evangelio del Domingo 27/09/2009
DESDE LA CRUZ.
El dolor en todas sus formas, un problema, un fracaso, la muerte de un ser querido, dejan al descubierto nuestras fragilidades. Pero también nos permiten dar lo mejor de nosotros a quien sufre. El sufrimiento asumido desde la solidaridad, siempre es una experiencia de crecimiento por más grave que sea la situación. Cuando somos solidarios no solo por razones humanas, sino también por una convicción de fe en la vida como un regalo de Dios, entonces crecemos en calidad de vida espiritual con un sentido que nos hace trascender hacia una vida y un amor aun más pleno. Esto es lo que nos deja como ejemplo Jesús crucificado y el grupo de personas que lo acompañaron en el calvario (Jn.19,25-27). Según el relato, Jesús al ver desde la cruz entre la gente a su madre y al discípulo Juan, dijo a su madre: “mujer, ahí tienes a tu hijo”, y luego dijo a Juan: “He aquí tu madre”. El relato concluye diciendo que desde ese momento el discípulo acogió en su casa a María la madre de Jesús. La hora de la muerte en la cruz, es la hora en que el Señor entrega su vida por amor, en favor de la vida de todos los seres humanos. Es también el momento en que la Virgen María y Juan el discípulo viven la prueba más difícil de amor y fidelidad a Dios. Unidos se sobreponen a ese momento. No siempre sucede así con nosotros. El individualismo, y el cuestionamiento de nuestros principios más profundos, a veces nos vencen en momentos de dolor extremo.
En el día de la oración por Chile, el ejemplo de María Virgen, el discípulo Juan y Jesús en la Cruz, nos interpela a revisar la actitud con que enfrentamos nuestros propios sufrimientos, y nos llama a dejar de lado nuestro individualismo y egoísmo, para dar paso a la construcción de una vida personal, familiar y social, en donde los sufrimientos personales no nos hagan olvidar los sufrimientos de los demás. Toda situación crítica marca el momento apropiado para aprender a acogernos mutuamente y compartir lo necesario para vivir. La vida humana prospera cuando desde nuestras crisis aprendemos a buscar el bienestar común en todas las instancias de convivencia que la sociedad nos da: Nuestras familias, nuestros amigos, nuestra comunidad, nuestra nación.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
sábado, 12 de septiembre de 2009
Evangelio del Domingo 13 de septiembre
Estimados amigos y amigas: hoy estamos invitados a responder la preguntar que nos plantea el mismo Jesús: ¿Quién dice la gente que soy yo?de Mc 8,27-35.
Un día Jesús preguntó a sus discípulos:“¿Quién dice la gente que soy yo?”. Hubo variedad de respuestas. “¿Y ustedes quién dicen que soy?”, les preguntó enseguida. Pedro le dijo: “Tú eres el Cristo”, es decir, el Salvador. Pero Pedro, no tenía claro que el camino de salvación de Jesús pasaba ineludiblemente por el camino del dolor y la muerte; y por esa razón reprendió al Señor cuando este no solo habló de resucitar sino de sufrir mucho y ser condenado a muerte por los poderosos de este mundo (Mc.8,27-35). Este episodio, muestra que la masa de gente y el grupo de los discípulos conocían a Jesús sólo superficialmente. El Señor, no quiso dejar a Pedro en esa confusión y lo reprendió duramente: “Detrás de mi, Satanás, tú no piensas como Dios, sino como los hombres”. Es decir, “ponte en situación de seguirme como discípulo, o si no, quedarás en una condición de oposición al Reino de Dios”. Después de la retada, una enseñanza clara: Mantenerse unidos a Él; renunciar a la esclavitud de los intereses personales; asumir con valentía el rechazo de la sociedad a los valores del Reino de Dios.
Hoy día “¿Quién dice la gente que soy yo?”, significa preguntar ¿Qué dicen de Jesús los científicos que buscan dominar todos los secretos de la vida y transformar el mundo?; ¿Qué dicen de Jesús los economistas que miden el progreso en la producción de dinero?; ¿Qué dicen de Jesús los pragmáticos, que miran en menos las consideraciones éticas, ¿Qué dicen de Jesús los periodistas que manipulan información falseando la verdad?. ¿Qué dicen de Jesús los religiosos que han hecho de su vocación solo una rutina profesional o una institución burocrática?. ¿Qué dicen de Jesús lo políticos que usan una ideología para satisfacer intereses personales y ambiciones de poder?. Desde estos grupos de gente, Jesús nos hace esta pregunta medular, en forma personal:“¿Y ustedes quién dicen que soy yo?”. Respondiéndola, podemos hacer un diagnóstico de nuestra sociedad desorientada en busca de un sentido de vida más pleno, y podemos descubrir el sentido de nuestra misión como creyentes en el mundo de hoy.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
sábado, 5 de septiembre de 2009
Evangelio del Domingo
Estimados amigos y amigas: comparto la Buena Noticia de este domingo 06.09.2009. El evangelio de Mc 7,31-37. Es un texto intenso, lleno de fuerza, proclamado por Jesús a partir de una palabra: “¡ÁBRETE!”
En medio de muchos aspectos buenos, nuestra cultura también tiene sus defectos. Uno de ellos es la incomunicación. Es una de las enfermedades de nuestra sociedad actual, que ataca el alma, impidiéndonos la comunicación con nosotros mismos y con las demás personas.
Estamos en una situación parecida a la del sordo mudo del evangelio de hoy (Mc.7,31-37). Este enfermo estaba sumido en un silencio que le impedía oír y hablar. El aislamiento en el que se encontraba había deteriorado la calidad de su vida. En estas condiciones fue llevado ante Jesús. El Señor introdujo sus dedos en sus oídos, tocó con saliva su lengua, y mirando al cielo pronunció la palabra “effetá”, es decir “ábrete”. Esta palabra de Jesús, rompió el silencio que envolvía a este hombre, rehaciendo y cambiando su vida para siempre. Marcado por este hecho, el hombre no pudo callar la noticia y la comunicó a todos. Se transformó en un comunicador de la plenitud de vida que recibió de Jesús.
“¡Ábrete!”, es la palabra que el Señor nos dirige, para romper la incomunicación que nos aqueja en nuestra vida actual. ¿A qué estoy siendo sordo hoy?,¿En qué momentos me bloqueo sin poder decir, o sin querer decir lo que siento, lo que pienso y lo que quiero?. “Effetá” para nosotros se traduce en un ábrete al diálogo, al perdón, a la tolerancia, a la verdad y al amor, para dar un vuelco definitivo a las enemistades, prejuicios y rechazos. Se trata de abrirnos al diálogo y a la comunicación, con nuestros seres queridos, en nuestra comunidad, con los colegas de trabajo, con los vecinos del barrio. En el fondo se trata de un “ábrete” a recibir y comunicar vida, amor y paz, para hacer más humano nuestro convivir social.
Nada más actual y esperanzador, en medio de un modo de existir sordo y mudo a lo esencial que es la comunicación, entendida como la capacidad de expresar, percibir, acoger y sentir el querer más profundo de nuestra vida; aquel que le da sentido a nuestro ser, aquel que nos acerca al misterio de nuestra identidad, aquel que nos da sentido de pertenencia y nos impulsa hacia delante, optando por proyectar nuestra vida con los valores del amor y el diálogo, la comunión y la participación; y la apertura generosa, para acoger a todo aquel que practicando en su vida estos valores, alcanza la comunicación con Jesucristo el Señor.
Fr. Miguel Angel Ríos Op.
lunes, 31 de agosto de 2009
¿Qué sentido tiene este "día de oración por los pueblos originarios" ?
viernes, 28 de agosto de 2009
Evangelio del Domingo 30/08/09
Unos más, otros menos, todos tendemos a aparentar lo que no somos. Contribuye a esto un modo de vida que acentúa una imagen agradable y exitosa de la vida. Dentro de esta inclinación, en un afán por ser auténticos y espontáneos, a veces traicionamos fidelidades y hacemos o decimos lo que se nos ocurre, sin preguntarnos si con esa actitud estoy o no contribuyendo a un mejor vivir como persona, miembro de una familia, y miembro de la sociedad. Detrás de este afán puede esconderse una falsa sinceridad, porque en el fondo, acomodamos la verdad a lo que individualmente nos conviene.
Jesús también percibió en su tiempo, una tendencia a aparentar lo que no se es, en especial entre los fariseos. Ellos por afán de poder y prestigio moral, para dar una imagen de pureza y rectitud en relación a Dios, cumplían escrupulosamente todo los preceptos que reglamentaban el comportamiento externo del pueblo judío, pero no tomaban en cuenta las intenciones de su corazón, que en muchos casos se apartaban totalmente del amor, la justicia, y la misericordia. Identificaban fidelidad a Dios, con cumplimiento de normas. Jesús, les hizo ver que el cuidado de las apariencias externas sin atender la interioridad del corazón, lleva a vivir en una constante falsedad. Frente a la preocupación farisea por lo que es puro o impuro, Jesús les mostró que nada es bueno o malo en sí mismo, sino en relación al valor de la vida humana y al amor en los cuales reina Dios. Por eso en lugar de estar preocupados de lo que los demás hacen o no hacen, como por ejemplo lavarse las manos, Jesús les llamó a preocuparse por purificarse de las malas intenciones, mentiras, vicios y falta de sentido moral que tenían en su corazón (Mc.7,1-8. 14-15.21-27).
La expresión de Jesús “¡Qué bien mantienen las apariencias!”, resuena para nosotros hoy como una interpelación al corazón de nuestra sociedad, llamándonos a despojarnos de la hipocresía, la superficialidad y la falta de sentido ético que nos invade, generando una especie de contaminación ambiental pero a nivel de nuestra convivencia. Si en nuestro corazón se dan estas tendencias que matan la vida, es también allí mismo donde podemos encontrar la verdad de nuestra vida en la Verdad del Señor, que se nos regala en su presencia y su Palabra; todo depende hacia donde inclinemos el corazón. El Señor nos llama a inclinarlo hacia la verdad y el amor, que renuevan la vida y nos llevan por caminos de conocimiento personal e interpersonal, como seres humanos y como hijos de Dios, impregnándonos de autenticidad, sinceridad y bondad.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
viernes, 21 de agosto de 2009
Reflexión sobre el Evangelio del domingo 23/08/09
¿USTEDES TAMBIÉN QUIEREN IRSE?.
¿Ustedes también quieren irse?; ¿qué responderíamos hoy, si Jesús nos hiciera una pregunta como esta?; algunos tal vez dirían:“¡Sí, quiero irme!, ¡me voy!, mi corazón tiene otros horizontes, no aguanto más soledad, cansancio, escándalos, frustración”; “no aguanto más una Iglesia mediocre, burócrata, anclada en el poder clerical, donde la participación laical cuenta como cifra y su protagonismo se condiciona muchas veces a la última palabra de la jerarquía”...
Hoy, en la voz de bastantes laicos, resuena la voz del Señor, recordándonos la exigencia de saber ser como Iglesia comunitarios y misioneros. Es la misma voz del Señor que en su tiempo interpeló a quienes entre sus discípulos querían anquilosarse en los ídolos de este mundo, con la excusa de que el Señor era demasiado exigente (Jn.6,60-69); esto hizo que algunos de los seguidores del Señor se fueran. Lo mismo pasó en las primeras comunidades de la Iglesia formadas por los apóstoles, cuando en contradicción con las exigencias del amor cristiano, se daban entre ellos los defectos que puede tener cualquier grupo humano. Para muchos en esas circunstancias la solución fue irse. Partir, separarse, claudicar; es la reacción espontánea al enfrentamos a nuestra fragilidad humana. Es esa parte nuestra insegura y con afanes de grandeza, que quiere ansiosamente tenerlo todo resuelto y claro lo más pronto posible; si eso no se da, viene la frustración de expectativas y el desánimo.
Aprovechando la ocasión de los discípulos que se fueron del grupo de sus seguidores, Jesús planteó una pregunta directa a quienes se quedaron con él: “¿Ustedes también quieren irse?”. Dicho en otras palabras, ¿A qué y a quién quieren ser fieles en su vida?. Esta misma es la pregunta que Jesús nos hace hoy. Es humano perder la esperanza. Donde hay seres humanos, hay siempre motivos para escándalos, desencuentros, ambigüedades, divisiones, ambiciones, pequeñeces, y frente a eso, muchos querrán claudicar. Pero el amor según el ejemplo de Cristo, solo se fortalece si en esas circunstancias nos ayudamos en solidaridad y paciencia.
“¿A quien vamos a ir?, Tú solo tienes Palabras de vida eterna”: Estas palabras de Pedro a Jesús, respondiendo su pregunta, reflejan la convicción de que la vida adquiere sentido pleno solo en fidelidad a Jesús y a la Iglesia. El amor conduce y anima nuestra vida, renovándonos cada día en la opción por el Señor y por las personas a quienes amamos. El desafío es hacerlo en forma profética, criticando con esperanza y amor las estructuras de poder burócrata y dando pasos comunitarios concretos, con paciencia y amor, propiciando la participación de todos. Sin duda que esta realidad nos interpela a quienes formamos parte de la jerarquía de la Iglesia, para ser humildes, acogedores y animadores de las esperanzas e iniciativas laicales suscitadas por el Señor.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
jueves, 20 de agosto de 2009
El desafío da la nueva evangelización: sacerdotes bien formados.
Benedicto XVI reconoce que la formación permanente de los sacerdotes constituye un punto decisivo para que la "nueva evangelización no se quede simplemente en un eslogan atractivo".Así lo constató este miércoles 19 de agosto durante la intervención que pronunció durante la audiencia general, celebrada en la residencia pontificia de Castel Gandolfo, dedicada a recordar la figura de san Juan Eudes (1601-1680), cuya memoria litúrgica celebraba ese día la Iglesia, y la formación del clero.Este santo francés, como recordó el Papa, comprendió que para descubrir el amor del Corazón de Jesús es decisiva la formación profunda y continua de los sacerdotes, motivo por el cual fundó la congregación de Jesús y María, actualmente extendidos por Francia, Italia, América del Norte, América Latina, el Caribe y África."También hoy se experimenta la necesidad de que los sacerdotes testimonien la infinita misericordia de Dios con una vida totalmente 'conquistada' por Cristo, y aprendan esto desde los años de su formación en los seminarios", reconoció el Papa en pleno Año Sacerdotal.
domingo, 16 de agosto de 2009
Cientos de personas peregrinan al Santuario de la Virgen del Tránsito en Metrenco
Muy temprano cientos de personas, varias de ellas en grupos familiares, iniciaron las caminatas tanto desde el norte como desde el sur y sectores aledaños, para estar presentes en las misas que se programaron cada una hora en el Santuario a la Virgen del Tránsito.
Usando las calles de servicio y siempre bajo escolta de Carabineros, los fieles arribaron paulatinamente al sector, donde animadores preparaban el inicio de las misas.
El obispo de la Diócesis de Villarrica, monseñor Francisco Javier Stegmeier, quien por primera vez preside esta celebración, destacó la alegría y cariño de los fieles que, pese a la inestable condición climática, llegaron al Santuario.
viernes, 14 de agosto de 2009
Día de la Asunción de la Virgen
viernes, 7 de agosto de 2009
Evangelio del Domingo
CRISTO, NUESTRO PAN DE CADA DÍA.
Uno suele escuchar a veces, la opinión de quienes se cuestionan el por qué la Iglesia manda ir a misa todos los días Domingo. Es verdad que no tiene sentido celebrar por obligación la Eucaristía, el sacramento de nuestra fe, porque la fe no se tiene por decreto, sino que, siendo un don divino, es a la vez opción libre y voluntaria por vivir abierto a la acción de Dios. El mensaje del evangelio de hoy (Jn. 6,41-51) puede iluminar positivamente nuestro sentido crítico. No se trata de obedecer una orden, sino de descubrir en la celebración dominical, el sentido de la presencia de Cristo como alimento para nuestra vida. Igual como es necesario alimentarnos para cuidar la salud de nuestro cuerpo, así también es necesario alimentar la salud de nuestro espíritu. Igual como el pan alimenta nuestro cuerpo, así Cristo con su presencia, y su Palabra alimenta nuestra mente y nuestro corazón; por eso el evangelio lo presenta como “el pan de vida” o el “pan para la vida del mundo”. Es decir, Jesús puede nutrir las convicciones, criterios y valores que animan toda nuestra existencia, dándole sentido a la vida diaria de todos los que a nivel personal, familiar y social acogen su propuesta, la propuesta de una prosperidad integral de vida.
Aunque a más de alguien estos argumentos no lo convenzan respecto a la misa dominical, no podemos desconocer que el mundo de hoy está desnutrido y con signos de inanición, en lo que respecta al sentido de nuestra vida y convivencia no solo como hijos de Dios, sino como seres humanos. Necesitamos alimentar nuestro diario vivir en varias áreas, pero tal vez la más urgente en este momento sea aquella que concierne el manejo de los conflictos. No los manejamos bien. Tenemos la tendencia a destruir la vida recurriendo a la violencia en todos sus tonos, desde una simple agresión verbal, hasta la guerra que es signo de muerte a todo nivel. En este sentido, resulta de gran actualidad la práctica del Señor, en torno al diálogo y al perdón como camino no violento para solucionar los conflictos, de modo que salvemos la vida y la posibilidad de tratarnos con respeto y amor, aún sintiéndonos adversarios o enemigos, porque por sobre las coyunturas que nos enemistan, todos somos iguales, seres humanos y hermanos. Hoy por hoy, el pan para la vida que el mundo necesita con urgencia es el pan de la paz y la sana convivencia.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
viernes, 24 de julio de 2009
Evangelio del domingo 26/07/09
En el contexto del capítulo 6 del evangelio de Juan, el pasaje evangélico de hoy (Jn.6,1-15)nos presenta el episodio de la multiplicación de los panes, mostrándonos en forma concreta, un ejemplo de lo que Pedro dice al reconocer a Jesús como aquel que tiene Palabras de vida eterna y como “el Consagrado de Dios”(Jn.vv.68-69). En efecto, la multiplicación de los panes, nos invita a descubrir a Jesús como alguien que es mucho más que un simple realizador de acciones en el ámbito material, por más que estas acciones sean espectaculares y solucionen problemas prácticos en forma rápida.
La tendencia de la gente a quedarse sólo en lo superficial y espectacular, está representada por la actitud de querer aclamar a Jesús como rey, al verlo multiplicar los panes, desvirtuando así el acontecimiento, hasta convertirlo en un hecho de carácter únicamente político. Jesús rechaza esto, y se retira solo al monte, en búsqueda de un momento de intimidad con Dios Padre.
Para Jesús, la acción de multiplicar los panes, es un gesto de carácter profético, porque, en ese momento, al proporcionar a la gente los bienes materiales necesarios para alimentarse, los trata dignamente y les hace descubrir que él también provee los bienes espirituales que alimentan la vida integralmente; los bienes que dan la Salvación a todos los seres humanos. El evangelista Juan recalca así, no la compasión de Jesús, acentuada por los evangelios de Marcos y Mateo, sino el hecho de que Jesús es el Señor de la vida, aquel que da la vida; el Salvador de todo el género humano.
La mención a la cercanía de la fiesta de la Pascua judía y la descripción del momento en que Jesús parte el pan, da gracias y lo reparte a los que estaban sentados, nos lleva a recordar momentos fundamentales de la celebración de la Eucaristía, recalcando el hecho de que es Jesús el que sirve, el que se entrega y alimenta nuestra vida con su vida y su presencia entre nosotros. Él es el pan de vida(vv.26-65).
Igual como la gente en su época, buscó a Jesús para solucionar sus problemas de forma rápida y práctica, hoy también a nosotros en ocasiones, nos acecha la misma tentación. El evangelio de hoy quiere orientarnos a descubrir a Jesús, como alguien que es más que un simple realizador de milagros. Jesús es nuestro Salvador. Es quien alimenta el sentido de nuestra vida. Es el Señor de la vida, es el camino para que nosotros unidos a Él, lleguemos a esa comunión íntima con Dios, sin enajenarnos de nuestro diario vivir, en donde estamos llamados a seguir su ejemplo como servidores.
El episodio de la multiplicación de los panes con todos sus detalles, nos remite a la celebración de la Eucaristía, para decirnos que la misa dominical y la de cada día, ha ser el símbolo de la dimensión festiva y servicial de nuestra vida, que se realiza cuando diariamente somos hombres y mujeres de fe, solidarios, servidores, desprendidos, capaces de compartir, reconociendo en medio del mundo los signos de la presencia del Señor, que nos enseña y nos regala sus dones, porque es Él quien primero nos alimenta y nos sirve a todos como hermanos.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
domingo, 19 de julio de 2009
En clave de humanidad...
Leyendo la encíclica desde nuestra "Sección Mujer" varias reflexiones vienen a la mente. No encontramos parágrafos ni ideas referidas directamente a la mujer; la palabra mujer (mujeres) aparece seis veces en una encíclica de 31.278 palabras. De estas seis veces, cinco aparece haciendo parte de la frase "hombre y mujer", "hombres y mujeres". La palabra femenino no aparece, ni tampoco la palabra feminista. Sin embargo, en contraste, el término familia aparece 32 veces, una de ellas como título del quinto capítulo: "La colaboración de la familia humana". ¿Qué puede decirnos esta simple constatación numérica?
La Caritas in Veritate es una encíclica riquísima. Sus propuestas sociales se basan en una profunda visión antropológica que es patrimonio de la Iglesia, experta en humanidad. No teme proponer al mundo de la economía y la política ciertas "verdades de humanidad" que el Santo Padre ve necesarias para construir una sociedad más justa, en la caridad; una sociedad más "a la medida del hombre, de su dignidad y vocación" (Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate, 9) y no duda en afirmar que éste y no otro es el camino para un verdadero desarrollo.
No cabe duda de que esta visión "a la medida del hombre" es una visión que encontrará eco en las mentes y los corazones de las mujeres, por esa conciencia particular de que "Dios le confía de un modo especial el hombre" (Juan Pablo II, Carta apostólica Mulieris Dignitatem sobre la dignidad y la vocación de la mujer con ocasión del año mariano, 30). La llamada del Santo Padre es la llamada a entender nuestro compromiso y acción social en "clave de humanidad". Es una llamada que resuena fuerte en las mujeres, que conocemos nuestra particular vocación a crear un espíritu de familia allí donde nos encontremos.
Leyendo la encíclica parecería estar escuchando ecos de las palabras que el Santo Padre dirigió en su encuentro con los movimientos católicos para la promoción de la mujer en Luanda, en marzo. Allí dijo: "En un mundo como el actual, dominado por la técnica, se siente la exigencia de esta complementariedad de la mujer, para que el ser humano pueda vivir sin deshumanizarse del todo". El modelo de desarrollo que la encíclica plantea, centrado en el ser humano y construido para él, parece hacer sentir más fuerte aún la exigencia de una colaboración de hombres y mujeres en relación de complementariedad.
En otro aparte de este mismo discurso africano, el Santo Padre dijo "las mujeres, sobre la base de su igual dignidad con los hombres, "tienen pleno derecho a insertarse activamente en todos los ámbitos públicos y su derecho debe ser afirmado y protegido incluso por medio de instrumentos legales donde se considere necesario [...]» pero a la vez «la presencia materna dentro de la familia es tan importante para la estabilidad y el desarrollo de esta célula fundamental de la sociedad, que debería ser reconocida, alabada y apoyada de todos los modos posibles" (Benedicto XVI, Discurso en el encuentro con los movimientos católicos para la promoción de la mujer, Luanda, 22 de marzo de 2009). Algún comentador notaba el hecho de que, al hablar del mundo del trabajo (n.63), la Encíclica parece asumir como un hecho la presencia de la mujer en este mundo y no ofrece ninguna reflexión crítica al respecto. La presencia de la mujer parece ser aceptada como parte de la realidad del mundo contemporáneo. Y es que es verdad que las mujeres estamos ya en el mundo, participando plenamente de él, dando nuestra contribución en la sociedad. Esta nueva Encíclica es ocasión de cuestionamiento: es hora de profundizar en nuestra identidad y de preguntarnos si al estar ahí presentes estamos siendo, en todo, fieles al "genio femenino", al "carisma profético" (MD, 30, 31). de nuestra feminidad. Si estamos dando todo lo mejor de nosotras mismas. Si estamos contribuyendo, cada una en la medida de sus posibilidades, a que el mundo sea una gran familia.
La Iglesia llama a todos - hombres y mujeres - en esta hora inquietante de la historia a dar nuestra contribución particular, a trabajar por un desarrollo integral que incluya una visión trascendente de la persona, un desarrollo que suponga la libertad responsable de la persona; a crear "un ambiente de familia" atento a la persona humana; a insertar las categorías de confianza y solidaridad en el mercado para que éste cumpla mejor su función económica; a recordar que toda decisión económica tiene un peso moral; a crear un modelo de economía de mercado capaz de incluir a todos los pueblos; a abrirnos a formas de actividad económica caracterizadas por ciertos márgenes de gratuidad y comunión; a cuidar de la vida y protegerla; a ayudar a implementar una "apertura a la vida en modo moralmente responsable"; a ayudar a ver en esta apertura un "recurso social y económico". Nos llama también a testimoniar a las jóvenes generaciones la belleza del matrimonio y la familia; a establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia; a ayudar a enriquecer las posibilidades de la humanidad con la mayor disponibilidad para la intercomunicación...
En uno de sus pasajes más profundos e interesantes, la Encíclica denuncia un lamentable vacío de ideas (n.53) e invita a profundizar en la categoría de la relación como clave para el futuro de la humanidad. Una humanidad que aparece mucho más interconectada que antes, pero en la que, paradójicamente, la soledad es una de las formas más hondas de pobreza que el hombre experimenta. El Santo Padre nos invita a profundizar en la comprensión de la relación entre las personas y la centralidad que tiene este tema para entender quien es el hombre y cómo debe constituirse una sociedad que vele por él y lo proteja.
La Encíclica pues llama a todos, hombres y mujeres, a re-pensar nuestra acción y compromiso en el mundo. La visión del desarrollo que nos propone, basada en una caridad informada por la verdad, tiene como centro al hombre. El llamado de esta Encíclica resuena fuerte y espera mentes y corazones dispuestos a acogerlo e implementarlo. Las mujeres nos sentiremos especialmente impulsadas a responder a este llamado desde nuestra particular vocación a la maternidad, física y espiritual, desde nuestras particulares características y sensibilidad.
viernes, 17 de julio de 2009
Decálogo para pensar el compromiso de la Iglesia ante la crisis

José Ignacio Calleja
1. En el comienzo está la memoria de la denuncia, "no podéis servir a Dios al dinero", y el recuerdo de que cuando se comparte, "pudieron comer todos hasta quedar satisfechos".
2. Y la memoria se hace interpelación personal con la voz y la presencia de los que no hallan un modo digno de vida para ellos y sus hijos, provocándonos el "no hay derecho", esto "ofende al mismo Dios".
3. Y desde la indignación ética nos vemos reclamados al conocimiento crítico de la realidad, para comprenderla en sus relaciones materiales y morales más determinantes, "porque si un ciego guía a otro ciego…".
4. Y el conocimiento crítico de la realidad nos recuerda que aún hay un mundo más allá del nuestro, donde las pobrezas y la exclusión degeneran, más si cabe, en pecado estructural de inhumanidad que, por acción u omisión, compartimos.
5. Y el sentido crítico nos hace advertir que ninguna relación material de injusticia viene sola, sino que se subsume en el fracaso de unos valores. Introducir esta diferencia, ilumina el análisis; olvidar su relación sustantiva e inseparable, nos avoca a un idealismo moral tan estéril como manipulable.
6. Y en el diálogo de la Palabra, el análisis social y la conciencia moral, surge un compromiso efectivo de la fe de los cristianos y de la Iglesia toda, primero, como exigencia pública de justicia. Es la denuncia de las estructuras y comportamientos sociales que no pueden ser, "porque no se puede dar en caridad lo que se debe en justicia".
7. Y porque la justicia imprescindible no llega, y la correlación de fuerzas que la debería impulsar es tan desigual, y ante la urgencia de tantos y tantos casos de necesidad inaplazable en la crisis, la caridad se vuelca en ayudas particulares, y en proyectos y programas, que alivien a los más necesitados y débiles. Siempre será necesaria la caridad social; lo peculiar de nuestros días es la extensión que adquiere la injusta suplencia de la justicia por la caridad. Por eso es imprescindible el análisis crítico de la realidad, y la denuncia de la injusticia social originaria en cada supuesto de la caridad personal y, sobre todo, eclesial. Pueden darse casos de llamada a la desobediencia civil de "los pobres" ante los injustos efectos de algunas leyes o situaciones.
8. Y porque la caridad tiene su valor religioso y moral propios, la comunidad cristiana se vuelca en sus Cáritas con programas, proyectos y ayudas precisas, que palian las urgencias de los más pobres, implican a sus destinatarios como sujetos y se proponen su inclusión en la vida laboral y social.
9. Y la Comunidad se vuelca en sus Cáritas, (¡también es exigente con ellas, como obra propia y de todos que son!), desde los Presupuestos de Roma, de las Diócesis y de las comunidades cristianas particulares, desde todas las organizaciones de la Iglesia y desde los cristianos particulares, encomendando la coordinación del conjunto de las iniciativas a Cáritas, como servicio de todos a los más pobres, dentro y fuera de la comunidad. Esto no significa que no pueda haber otras iniciativas en la Iglesia o que no puedan coordinarse con el movimiento civil laico en lucha por la una sociedad más justa. Los pobres llegan al centro de la Iglesia y la reconfiguran en todas las manifestaciones de su misión y organización; éste es el sueño y la intención.
10. Y la acción caritativa, que es moral y espiritual, personal y asociada, de cada uno y de la Iglesia toda, y que es ayuda, programa y proyecto, y que es denuncia, siempre, y acción, y que es donativo y promoción de personas y contextos, es, a la vez, educación y evangelización de las conciencias; en el compartir hoy y ya, "porque si se comparte, llega y sobra". Y en la sobriedad de otro modo de vida, porque para sobrevivir todos, hay que vivir de otro modo, y para que llegue a todos, eso de lo que nos privamos, hay que ponerlo en común: "en caso de extrema necesidad, todos los bienes creados son comunes" y "lo que no es estrictamente necesario para una vida digna, no nos pertenece; es de los pobres".
[Publicado en Eclesalia]
Evangelio domingo 19/07/2009
Nadie niega hoy, lo importante que es la educación a todo nivel; igualmente, todos sabemos que hay serias falencias en lo relativo a la formación de la conciencia vocacional y ética, lo cual produce personas jóvenes o adultos jóvenes, que funcionan bien en su profesión, pero sin una madurez valórica, que le de un sentido más profundo a sus vidas. Tenemos ejemplos de personas desorientadas, con interrogantes que no se satisfacen ni en la eficiencia, ni la productividad. En estas circunstancias nos hace bien escuchar a Jesús, porque igual como enseñó a la gente de su tiempo, que “andaban como ovejas sin pastor”, así también, tiene mucho que enseñarnos a nosotros, respecto al sentido de nuestra vida.
El mensaje del evangelio de hoy (Mc.6,30-34), nos dice que la Palabra del Señor reúne y lleva a un grupo desorientado y descoordinado, a organizarse como comunidad o pueblo; por eso el Señor conmovido por la compasión, lo primero que hace ante quien esté “como oveja sin pastor”, es orientarlo “enseñándole muchas cosas” mediante su Palabra.
El episodio tiene también otros detalles significativos, como el hecho que después de volver de una actividad misionera, Jesús invita a los doce discípulos a descansar, pero la gente no los deja tranquilos y al darse cuenta a dónde van, los adelantan corriendo, de modo que cuando Jesús y sus discípulos llegan, la gente ya está allí esperándolos. El alcance de esta circunstancia nos dice lo que implica ser discípulo de Jesús; en efecto, seguir a Jesús significa estar dispuesto como él, a servir y estar con la gente, prácticamente a tiempo completo, incluso cuando se necesita descansar. Es un duro desafío para nuestros compromisos de amor al servicio de Dios y de la gente, sobre todo cuando hasta los discípulos de Jesús necesitaron del descanso y de momentos en los que compartían con él y evaluaban su actividad misionera, tal como se muestra al principio del relato.
En circunstancias en que nos preparamos a la Misión Continental, este episodio nos dice que el misionero es un discípulo y apóstol, es decir, alguien llamado y enviado por el Señor; por lo tanto debe estar en profunda comunión con él, escuchar su Palabra, estar con la gente sin negarse a responder a sus necesidades, siendo la primera prioridad la del servicio de la Palabra, motivado por un amor compasivo. A través del misionero, la Palabra de Dios revelada en Jesucristo es la que orienta la vida, reuniendo y convocando a la gente y constituyéndola en familia, comunidad e Iglesia. Puestos a la escucha de la enseñanza de Jesús, todos estamos llamados a ser misioneros de su Palabra.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
sábado, 11 de julio de 2009
Evangelio del Domingo
DOCE MISIONEROS.
El Evangelio de hoy, nos presenta a Jesús enviando a sus doce discípulos, con la misión de anunciar la fuerza transformadora del Reino, por medio de la predicación de la Palabra de Dios, y mediante acciones liberadoras en favor de las personas oprimidas por cualquier tipo de mal (Mc. 6,7-13). Para que la misión resulte, es necesario que el misionero se apoye por una parte, en el absoluto que es Dios, en relación al cual los bienes materiales y las seguridades humanas son relativas; de allí el consejo de llevar sólo los bienes materiales necesarios. Lo único absoluto es Dios y el mensaje del Reino de Dios, revelado plenamente en su Hijo Jesucristo. El otro pilar necesario para que la misión resulte, es la calidez en el contacto con la gente, a la cual el misionero tiene que anunciarle el mensaje; por eso el consejo de llegar a una casa y dejarse acoger permaneciendo allí el tiempo que sea necesario, en función de la actividad misionera.
La austeridad de los doce apóstoles enviados en misión, así como su humildad y libertad, para quedarse donde los acojan y saber partir de los lugares en los que no los reciban, forman parte de la dimensión testimonial de confianza y abandono a la providencia divina, que todo misionero debe asumir, a la luz del proyecto de vida que Jesús propone a sus discípulos en las Bienaventuranzas, a saber: que el discípulo que se compromete a anunciar el Reino trabajando por el amor, la misericordia la justicia y la paz, recibe por parte de Dios el compromiso de ser ayudado y socorrido en sus dificultades, conflictos, peligros y dolores, de modo que no sólo sea feliz por la fecundidad de su vida entregada en servicio a los demás, sino también por experimentar el apoyo y la protección de Dios, que lo ayuda y socorre incondicionalmente en toda circunstancia adversa.
Hoy día, cuando la sensibilidad y el compromiso social, están un tanto adormecidos en algunos sectores de nuestra sociedad, el ejemplo de la actividad solidaria y liberadora de Jesús y sus discípulos, es un referente válido para todos nosotros, como estilo de vida, basado en la actitud de entregar nuestra vida y compartir nuestros bienes, antes que consumir en aprovechamiento individualista la vida de las demás personas y las cosas.
El evangelio de hoy nos llama a sumarnos al equipo misionero de Jesús. Si el Señor nos envía y acogemos su llamado, todos podemos ser misioneros en nuestros trabajos, en nuestros compromisos sociales, en nuestras comunidades y en nuestras familias, a través del camino del amor solidario, en especial con quienes más sufren.
Particularmente, para quienes somos cristianos, el ejemplo de Jesús y sus discípulos, nos iluminan en momentos en el que la Iglesia se prepara a realizar la Misión Continental. Ser misionero significa confiar en la providencia Divina, creer en Cristo Resucitado y anunciarlo con palabras y con obras, como felicidad y plenitud de nuestra vida.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
lunes, 6 de julio de 2009
Reflexión Evangelio del domingo
“NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA”.
“A un profeta sólo lo desprecian en su tierra, en su parentela y en su familia” , es la frase pronunciada por Jesús frente a la actitud de los habitantes de su pueblo, que al reconocerlo como el hijo de José, en la sencillez del diario vivir como cualquier persona, no supieron abrirse a la novedad del Reino, presente entre ellos a través de las palabras y acciones del hijo del carpintero (Mc.6,1-6). En Nazaret, la gente se admiraba de la sabiduría de Jesús, pero no lo aceptaban por su origen familiar y popular. No podían creer que Dios se manifestara en lo humilde y en lo cotidiano. Por encima del rechazo de sus coterráneos, Jesús manifiesta una dimensión profética y una espiritualidad que se identifica con la justicia en favor de los más pobres, y en el anuncio del juicio de Dios.
Es algo parecido a lo que expresamos nosotros en el dicho popular “Nadie es profeta en su tierra”. En el caso de Jesús, no podían entender que un hijo de carpintero pudiera proyectarse más allá de lo que era su padre, en cuanto a sabiduría y profundidad de vida. El texto precisa que en este caso, el cuestionamiento sobre la persona de Jesús se transformó en un obstáculo para la fe de la multitud que lo escuchaba; sin embargo, un cuestionamiento de este tipo, hecho con un criterio abierto, es también la actitud necesaria para plantearse de manera más profunda ¿quién es Jesús? y empezar a conocerlo verdaderamente.
Jesús nos llama a reconocerlo actuando y enseñándonos en la experiencia habitual de nuestra vida diaria; pero esto requiere por parte nuestra, despojarnos de ideas preconcebidas de poder y triunfalismo en relación con la identidad de Jesucristo como Hijo de Dios y Mesías, para abrirnos a la realidad salvadora de su presencia entre nosotros, que se nos revela en los acontecimientos cotidianos y se nos da a conocer en actitudes como la sencillez, la humildad, el servicio y la solidaridad. Son estas actitudes las que nos pueden permitir crecer y desarrollar nuestra capacidad de fe, de modo que todo cuestionamiento frente a la presencia del Señor en nuestra vida, se convierta no en un obstáculo para que él actúe en nosotros, sino por el contrario, sea el estímulo para abrirnos profundamente a su acción liberadora y profética.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
martes, 30 de junio de 2009
Felicidades
Deseo compartir una bonita oración pensando en el día de ayer... San Pedro y San Pablo, especialmente por todos los Sacerdotes y particularmente por el P. Fernando Díaz svd, quién cumplió 20 años de entrega y servicio.
PRECES POR LOS SACERDOTES: