Queridos amigos y amigas: comparto la reflexión para este domingo 30 de agosto del evangelio de Marcos 7,1-8; 14-15; 21-23. Jesús discute e interpela a los Fariseos para no quedarse en las apariencias, en el ritualismo, lo externo...la invitación es a mirar nuestro corazón (leb en hebreo), sede de todas nuestras actividades.
¡QUE BIEN MANTIENEN LAS APARIENCIAS!.
Unos más, otros menos, todos tendemos a aparentar lo que no somos. Contribuye a esto un modo de vida que acentúa una imagen agradable y exitosa de la vida. Dentro de esta inclinación, en un afán por ser auténticos y espontáneos, a veces traicionamos fidelidades y hacemos o decimos lo que se nos ocurre, sin preguntarnos si con esa actitud estoy o no contribuyendo a un mejor vivir como persona, miembro de una familia, y miembro de la sociedad. Detrás de este afán puede esconderse una falsa sinceridad, porque en el fondo, acomodamos la verdad a lo que individualmente nos conviene.
Jesús también percibió en su tiempo, una tendencia a aparentar lo que no se es, en especial entre los fariseos. Ellos por afán de poder y prestigio moral, para dar una imagen de pureza y rectitud en relación a Dios, cumplían escrupulosamente todo los preceptos que reglamentaban el comportamiento externo del pueblo judío, pero no tomaban en cuenta las intenciones de su corazón, que en muchos casos se apartaban totalmente del amor, la justicia, y la misericordia. Identificaban fidelidad a Dios, con cumplimiento de normas. Jesús, les hizo ver que el cuidado de las apariencias externas sin atender la interioridad del corazón, lleva a vivir en una constante falsedad. Frente a la preocupación farisea por lo que es puro o impuro, Jesús les mostró que nada es bueno o malo en sí mismo, sino en relación al valor de la vida humana y al amor en los cuales reina Dios. Por eso en lugar de estar preocupados de lo que los demás hacen o no hacen, como por ejemplo lavarse las manos, Jesús les llamó a preocuparse por purificarse de las malas intenciones, mentiras, vicios y falta de sentido moral que tenían en su corazón (Mc.7,1-8. 14-15.21-27).
La expresión de Jesús “¡Qué bien mantienen las apariencias!”, resuena para nosotros hoy como una interpelación al corazón de nuestra sociedad, llamándonos a despojarnos de la hipocresía, la superficialidad y la falta de sentido ético que nos invade, generando una especie de contaminación ambiental pero a nivel de nuestra convivencia. Si en nuestro corazón se dan estas tendencias que matan la vida, es también allí mismo donde podemos encontrar la verdad de nuestra vida en la Verdad del Señor, que se nos regala en su presencia y su Palabra; todo depende hacia donde inclinemos el corazón. El Señor nos llama a inclinarlo hacia la verdad y el amor, que renuevan la vida y nos llevan por caminos de conocimiento personal e interpersonal, como seres humanos y como hijos de Dios, impregnándonos de autenticidad, sinceridad y bondad.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
Unos más, otros menos, todos tendemos a aparentar lo que no somos. Contribuye a esto un modo de vida que acentúa una imagen agradable y exitosa de la vida. Dentro de esta inclinación, en un afán por ser auténticos y espontáneos, a veces traicionamos fidelidades y hacemos o decimos lo que se nos ocurre, sin preguntarnos si con esa actitud estoy o no contribuyendo a un mejor vivir como persona, miembro de una familia, y miembro de la sociedad. Detrás de este afán puede esconderse una falsa sinceridad, porque en el fondo, acomodamos la verdad a lo que individualmente nos conviene.
Jesús también percibió en su tiempo, una tendencia a aparentar lo que no se es, en especial entre los fariseos. Ellos por afán de poder y prestigio moral, para dar una imagen de pureza y rectitud en relación a Dios, cumplían escrupulosamente todo los preceptos que reglamentaban el comportamiento externo del pueblo judío, pero no tomaban en cuenta las intenciones de su corazón, que en muchos casos se apartaban totalmente del amor, la justicia, y la misericordia. Identificaban fidelidad a Dios, con cumplimiento de normas. Jesús, les hizo ver que el cuidado de las apariencias externas sin atender la interioridad del corazón, lleva a vivir en una constante falsedad. Frente a la preocupación farisea por lo que es puro o impuro, Jesús les mostró que nada es bueno o malo en sí mismo, sino en relación al valor de la vida humana y al amor en los cuales reina Dios. Por eso en lugar de estar preocupados de lo que los demás hacen o no hacen, como por ejemplo lavarse las manos, Jesús les llamó a preocuparse por purificarse de las malas intenciones, mentiras, vicios y falta de sentido moral que tenían en su corazón (Mc.7,1-8. 14-15.21-27).
La expresión de Jesús “¡Qué bien mantienen las apariencias!”, resuena para nosotros hoy como una interpelación al corazón de nuestra sociedad, llamándonos a despojarnos de la hipocresía, la superficialidad y la falta de sentido ético que nos invade, generando una especie de contaminación ambiental pero a nivel de nuestra convivencia. Si en nuestro corazón se dan estas tendencias que matan la vida, es también allí mismo donde podemos encontrar la verdad de nuestra vida en la Verdad del Señor, que se nos regala en su presencia y su Palabra; todo depende hacia donde inclinemos el corazón. El Señor nos llama a inclinarlo hacia la verdad y el amor, que renuevan la vida y nos llevan por caminos de conocimiento personal e interpersonal, como seres humanos y como hijos de Dios, impregnándonos de autenticidad, sinceridad y bondad.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
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