sábado, 31 de octubre de 2009

Evangelio del domingo 1 de Noviembre.

Este domingo la lectura de las Bienaventuranzas nos interpela, sobre lo más importante en nuestras vidas.

LA ALEGRÍA, CAMINO DE SANTIDAD.
El evangelio de este Domingo (Mt.4,25-5,12), nos presenta a Jesús predicando ante la multitud el conocido discurso de las bienaventuranzas. Es el proyecto de vida que Jesús ofrece a los que quieren seguirle. Es un proyecto de felicidad. Pero no se trata de la felicidad que nos ofrecen la publicidad, el consumismo o los éxitos económicos, sino la felicidad que nace en las personas cuando al compartir lo que son y lo que tienen entregan su vida. La felicidad que Jesús nos invita a descubrir es la felicidad de saber asumir la vida con todo lo que ella tiene. Con sus alegrías y sus sufrimientos. Hay alegrías aparentes que nos enajenan, como el alcohol, la droga, el edonismo, etc. No son estas las alegrías que nos ofrece Jesús. Hay sufrimientos que nos destrozan cuando padecemos injusticias, abusos, calumnias, mentiras, murmuraciones, etc. Este tipo de sufrimientos que destruye la vida tampoco es querido por Dios. Por eso nos llama a dejar de lado las actitudes que lo producen.
Cuando Jesús nos dice felices los pobre, los que lloran, los que sufren injusticias, se refiere no solo a los sufrimientos de quienes padecen pobreza, opresión y exclusión, sino también a los sufrimientos de aquellos que sufren por defender la justicia, por defender la verdad, por vivir el amor. Los sufrimientos que Jesús nos invita a asumir son los sufrimientos que redimen. Cuesta ser justo, cuesta vivir en la verdad y en el amor; se sufre un poco y a veces mucho hasta lograrlo, pero a pesar de esa dificultad quien luche por orientar su vida con estos valores siempre descubrirá profundas razones para ser feliz. Por eso Jesús no sólo anuncia felicidad a los que están sufriendo sino también a los de corazón puro, a los que trabajan por la paz, a los que son misericordiosos. En este mundo en donde vivimos intensamente alegrías y sufrimientos y donde pasamos bruscamente de un estado anímico a otro, Jesús nos invita a preguntarnos ¿Cuáles son los sufrimientos y falsas alegrías que tengo que erradicar de mi vida? Y ¿Cuáles son los sufrimientos y alegrías que tengo que asumir y cultivar en mi vida para crecer en mi capacidad de amar?.
En el contexto de la celebración del día de Todos los Santos, Jesús nos presenta las Bienaventuranzas, como un camino de felicidad y santidad para nuestra vida, en el sentido de un estilo de vida que refleja en quien lo vive su condición de pertenencia a Dios, y desde el punto de vista moral, su fidelidad al ejemplo de vida del Señor.
Fr. Miguel Angel Ríos

lunes, 26 de octubre de 2009

Evangelio del domingo 25 de octubre 2009 :El ciego de nacimiento

El relato bíblico de Marcos nos dice lo siguiente: "...Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al camio. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: "!Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!... Jesús dirigiéndose a él, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le respondió: Rabbuní, !que vea!. Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado"


¿QUÉ QUIERES QUE HAGA POR TI?.
Unos más, otros menos, en líneas generales, la mayoría de las personas nos damos cuenta que más allá de la crisis global a nivel de instituciones y de los sistemas políticos y económicos, vivimos en un nivel más profundo una crisis respecto al sentido de nuestra vida. ¿A dónde vamos? ¿Qué buscamos?. Nos damos cuenta que este estilo de vida actual en lugar de favorecernos, nos deshumaniza; pero no vemos forma de desmontarlo. Estamos como ciegos. Se podría decir que asistimos a una nueva versión del episodio del evangelio de hoy (Mc.10,46-52), que nos presenta un ciego de nacimiento, pidiendo a gritos a Jesús que lo sane, a pesar de que la gente de su entorno lo hace callar, es decir, lo margina, para que no moleste ni realice acciones ridículas. En este ciego podemos vernos reflejados todos, no solo por la imposibilidad de percibir nuestra realidad en profundidad, sino también por la situación de exclusión en la que podemos estar, o la actitud excluyente que podemos tener, al marginar a alguien, por causa de nuestras cegueras. El ciego llamó a gritos a Jesús para que lo sanara. ¿A quién llamamos nosotros para ser sanados?. ¿Somos concientes de que estamos a ciegas?. Cuando Jesús escuchó el clamor del enfermo, se acercó y le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti?, es decir, no lo excluyó, sino que lo reintegró a la vida en relaciones sociales y humanas. El ciego sabiamente le respondió: “Maestro, que yo vea”. Este hombre, enfermo, no pidió dinero, ni poder. Pidió sencillamente poder ver. Pidió lo esencial para su vida en ese momento.
Ver nos permite ser testigos de la realidad en la que vivimos, tomar conciencia de ella y asumir un compromiso de participación social. Ver, significa tomar conciencia de quienes somos, cuál es nuestra identidad y qué es lo que queremos realizar como opción de vida. Desde el punto de vista de la fe, ver, significa encontrarse cara a cara con el Señor y tener una experiencia de su acción en nuestra vida, así como la experiencia del ciego al verse sanado.
¿Qué quieres que haga por ti?, es la pregunta que hoy nos hace el Señor a todos y a cada uno en particular. ¿Qué le responderemos?. De nosotros depende el saber aprovechar este momento para pedirle lo que realmente necesitamos, de modo que podamos caminar hacia una vida más humana, más solidaria, sin excluidos de ningún tipo, en donde asumamos con sinceridad lo que somos cada uno de nosotros.
Fr. Miguel Angel Ríos op.

jueves, 8 de octubre de 2009

Evangelio del domingo 11 de octubre

Estimados amigos y amigas: ¿Qué importancia tiene la invitación de Jesús a un joven que lo tenía todo...? "Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres..." ¿Qué respnderíamos nosotros en su lugar?.


El evangelio de este Domingo, nos presenta un hombre preocupado por conseguir la vida eterna. A la luz del relato (Mc.10,17-30) podemos ver que se trata de una persona rica en bienes materiales y con una conciencia de fidelidad a Dios, unida al cumplimiento de la ley. Cuando Jesús se da cuenta que este joven cumple fielmente todos los mandatos prescritos, entonces le propone algo nuevo, vender todo lo que tenga, darlo a los pobres y seguirlo a él; pero no fue capaz de dar este paso por el apego a sus bienes y se fue triste. Este hombre del evangelio, preocupado por conseguir la vida eterna y a la vez apegado de corazón con un criterio de fidelidad basado en el cumplimiento de normas legales y apegado de corazón a sus bienes materiales, es como un espejo en el cual podemos vernos reflejados muchos de nosotros hoy día, sumidos en una sociedad de consumo, que busca asegurar la vida terrena en forma individualista a todo precio y se angustia y entristece ante la incertidumbre de la muerte y lo que está más allá de ella.
Jesús nos invita a descubrir la alegría de vivir, de amar y de confiar en Él y en todas las personas compartiendo lo nuestro con los pobres y necesitados. La fidelidad al amor y la felicidad de la vida se juegan en la actitud de solidaridad con que vivamos. El tesoro en el cielo que promete Dios a quienes comparten lo que tienen, es el tesoro que se amasa trabajando día a día por hacer esta vida cada vez más plena.
Fr. Miguel Angel Ríos op.

MUSICA DE FONDO