DOCE MISIONEROS.
El Evangelio de hoy, nos presenta a Jesús enviando a sus doce discípulos, con la misión de anunciar la fuerza transformadora del Reino, por medio de la predicación de la Palabra de Dios, y mediante acciones liberadoras en favor de las personas oprimidas por cualquier tipo de mal (Mc. 6,7-13). Para que la misión resulte, es necesario que el misionero se apoye por una parte, en el absoluto que es Dios, en relación al cual los bienes materiales y las seguridades humanas son relativas; de allí el consejo de llevar sólo los bienes materiales necesarios. Lo único absoluto es Dios y el mensaje del Reino de Dios, revelado plenamente en su Hijo Jesucristo. El otro pilar necesario para que la misión resulte, es la calidez en el contacto con la gente, a la cual el misionero tiene que anunciarle el mensaje; por eso el consejo de llegar a una casa y dejarse acoger permaneciendo allí el tiempo que sea necesario, en función de la actividad misionera.
La austeridad de los doce apóstoles enviados en misión, así como su humildad y libertad, para quedarse donde los acojan y saber partir de los lugares en los que no los reciban, forman parte de la dimensión testimonial de confianza y abandono a la providencia divina, que todo misionero debe asumir, a la luz del proyecto de vida que Jesús propone a sus discípulos en las Bienaventuranzas, a saber: que el discípulo que se compromete a anunciar el Reino trabajando por el amor, la misericordia la justicia y la paz, recibe por parte de Dios el compromiso de ser ayudado y socorrido en sus dificultades, conflictos, peligros y dolores, de modo que no sólo sea feliz por la fecundidad de su vida entregada en servicio a los demás, sino también por experimentar el apoyo y la protección de Dios, que lo ayuda y socorre incondicionalmente en toda circunstancia adversa.
Hoy día, cuando la sensibilidad y el compromiso social, están un tanto adormecidos en algunos sectores de nuestra sociedad, el ejemplo de la actividad solidaria y liberadora de Jesús y sus discípulos, es un referente válido para todos nosotros, como estilo de vida, basado en la actitud de entregar nuestra vida y compartir nuestros bienes, antes que consumir en aprovechamiento individualista la vida de las demás personas y las cosas.
El evangelio de hoy nos llama a sumarnos al equipo misionero de Jesús. Si el Señor nos envía y acogemos su llamado, todos podemos ser misioneros en nuestros trabajos, en nuestros compromisos sociales, en nuestras comunidades y en nuestras familias, a través del camino del amor solidario, en especial con quienes más sufren.
Particularmente, para quienes somos cristianos, el ejemplo de Jesús y sus discípulos, nos iluminan en momentos en el que la Iglesia se prepara a realizar la Misión Continental. Ser misionero significa confiar en la providencia Divina, creer en Cristo Resucitado y anunciarlo con palabras y con obras, como felicidad y plenitud de nuestra vida.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
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