CRISTO, NUESTRO PAN DE CADA DÍA.
Uno suele escuchar a veces, la opinión de quienes se cuestionan el por qué la Iglesia manda ir a misa todos los días Domingo. Es verdad que no tiene sentido celebrar por obligación la Eucaristía, el sacramento de nuestra fe, porque la fe no se tiene por decreto, sino que, siendo un don divino, es a la vez opción libre y voluntaria por vivir abierto a la acción de Dios. El mensaje del evangelio de hoy (Jn. 6,41-51) puede iluminar positivamente nuestro sentido crítico. No se trata de obedecer una orden, sino de descubrir en la celebración dominical, el sentido de la presencia de Cristo como alimento para nuestra vida. Igual como es necesario alimentarnos para cuidar la salud de nuestro cuerpo, así también es necesario alimentar la salud de nuestro espíritu. Igual como el pan alimenta nuestro cuerpo, así Cristo con su presencia, y su Palabra alimenta nuestra mente y nuestro corazón; por eso el evangelio lo presenta como “el pan de vida” o el “pan para la vida del mundo”. Es decir, Jesús puede nutrir las convicciones, criterios y valores que animan toda nuestra existencia, dándole sentido a la vida diaria de todos los que a nivel personal, familiar y social acogen su propuesta, la propuesta de una prosperidad integral de vida.
Aunque a más de alguien estos argumentos no lo convenzan respecto a la misa dominical, no podemos desconocer que el mundo de hoy está desnutrido y con signos de inanición, en lo que respecta al sentido de nuestra vida y convivencia no solo como hijos de Dios, sino como seres humanos. Necesitamos alimentar nuestro diario vivir en varias áreas, pero tal vez la más urgente en este momento sea aquella que concierne el manejo de los conflictos. No los manejamos bien. Tenemos la tendencia a destruir la vida recurriendo a la violencia en todos sus tonos, desde una simple agresión verbal, hasta la guerra que es signo de muerte a todo nivel. En este sentido, resulta de gran actualidad la práctica del Señor, en torno al diálogo y al perdón como camino no violento para solucionar los conflictos, de modo que salvemos la vida y la posibilidad de tratarnos con respeto y amor, aún sintiéndonos adversarios o enemigos, porque por sobre las coyunturas que nos enemistan, todos somos iguales, seres humanos y hermanos. Hoy por hoy, el pan para la vida que el mundo necesita con urgencia es el pan de la paz y la sana convivencia.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
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