Estimados/as amigos/as comparto una reflexión de Fray Miguel Angel Ríos a partir de la lectura del Evangelio de este DOMINGO 05.07.2009.
“NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA”.
“A un profeta sólo lo desprecian en su tierra, en su parentela y en su familia” , es la frase pronunciada por Jesús frente a la actitud de los habitantes de su pueblo, que al reconocerlo como el hijo de José, en la sencillez del diario vivir como cualquier persona, no supieron abrirse a la novedad del Reino, presente entre ellos a través de las palabras y acciones del hijo del carpintero (Mc.6,1-6). En Nazaret, la gente se admiraba de la sabiduría de Jesús, pero no lo aceptaban por su origen familiar y popular. No podían creer que Dios se manifestara en lo humilde y en lo cotidiano. Por encima del rechazo de sus coterráneos, Jesús manifiesta una dimensión profética y una espiritualidad que se identifica con la justicia en favor de los más pobres, y en el anuncio del juicio de Dios.
Es algo parecido a lo que expresamos nosotros en el dicho popular “Nadie es profeta en su tierra”. En el caso de Jesús, no podían entender que un hijo de carpintero pudiera proyectarse más allá de lo que era su padre, en cuanto a sabiduría y profundidad de vida. El texto precisa que en este caso, el cuestionamiento sobre la persona de Jesús se transformó en un obstáculo para la fe de la multitud que lo escuchaba; sin embargo, un cuestionamiento de este tipo, hecho con un criterio abierto, es también la actitud necesaria para plantearse de manera más profunda ¿quién es Jesús? y empezar a conocerlo verdaderamente.
Jesús nos llama a reconocerlo actuando y enseñándonos en la experiencia habitual de nuestra vida diaria; pero esto requiere por parte nuestra, despojarnos de ideas preconcebidas de poder y triunfalismo en relación con la identidad de Jesucristo como Hijo de Dios y Mesías, para abrirnos a la realidad salvadora de su presencia entre nosotros, que se nos revela en los acontecimientos cotidianos y se nos da a conocer en actitudes como la sencillez, la humildad, el servicio y la solidaridad. Son estas actitudes las que nos pueden permitir crecer y desarrollar nuestra capacidad de fe, de modo que todo cuestionamiento frente a la presencia del Señor en nuestra vida, se convierta no en un obstáculo para que él actúe en nosotros, sino por el contrario, sea el estímulo para abrirnos profundamente a su acción liberadora y profética.
“NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA”.
“A un profeta sólo lo desprecian en su tierra, en su parentela y en su familia” , es la frase pronunciada por Jesús frente a la actitud de los habitantes de su pueblo, que al reconocerlo como el hijo de José, en la sencillez del diario vivir como cualquier persona, no supieron abrirse a la novedad del Reino, presente entre ellos a través de las palabras y acciones del hijo del carpintero (Mc.6,1-6). En Nazaret, la gente se admiraba de la sabiduría de Jesús, pero no lo aceptaban por su origen familiar y popular. No podían creer que Dios se manifestara en lo humilde y en lo cotidiano. Por encima del rechazo de sus coterráneos, Jesús manifiesta una dimensión profética y una espiritualidad que se identifica con la justicia en favor de los más pobres, y en el anuncio del juicio de Dios.
Es algo parecido a lo que expresamos nosotros en el dicho popular “Nadie es profeta en su tierra”. En el caso de Jesús, no podían entender que un hijo de carpintero pudiera proyectarse más allá de lo que era su padre, en cuanto a sabiduría y profundidad de vida. El texto precisa que en este caso, el cuestionamiento sobre la persona de Jesús se transformó en un obstáculo para la fe de la multitud que lo escuchaba; sin embargo, un cuestionamiento de este tipo, hecho con un criterio abierto, es también la actitud necesaria para plantearse de manera más profunda ¿quién es Jesús? y empezar a conocerlo verdaderamente.
Jesús nos llama a reconocerlo actuando y enseñándonos en la experiencia habitual de nuestra vida diaria; pero esto requiere por parte nuestra, despojarnos de ideas preconcebidas de poder y triunfalismo en relación con la identidad de Jesucristo como Hijo de Dios y Mesías, para abrirnos a la realidad salvadora de su presencia entre nosotros, que se nos revela en los acontecimientos cotidianos y se nos da a conocer en actitudes como la sencillez, la humildad, el servicio y la solidaridad. Son estas actitudes las que nos pueden permitir crecer y desarrollar nuestra capacidad de fe, de modo que todo cuestionamiento frente a la presencia del Señor en nuestra vida, se convierta no en un obstáculo para que él actúe en nosotros, sino por el contrario, sea el estímulo para abrirnos profundamente a su acción liberadora y profética.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
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