Estimados amigos y amigas: nos aproximamos a un relato que nos da para pensar... el lugar de la cruz. Esto nos lleva a reflexionar ¿quién no ha sufrido alguna vez? ¿por qué el sufrimiento?. Les invito a releer esta lectura del evangelio para meditar-orar desde sus palabras aquello que la inspira en su mensaje.
DESDE LA CRUZ.
El dolor en todas sus formas, un problema, un fracaso, la muerte de un ser querido, dejan al descubierto nuestras fragilidades. Pero también nos permiten dar lo mejor de nosotros a quien sufre. El sufrimiento asumido desde la solidaridad, siempre es una experiencia de crecimiento por más grave que sea la situación. Cuando somos solidarios no solo por razones humanas, sino también por una convicción de fe en la vida como un regalo de Dios, entonces crecemos en calidad de vida espiritual con un sentido que nos hace trascender hacia una vida y un amor aun más pleno. Esto es lo que nos deja como ejemplo Jesús crucificado y el grupo de personas que lo acompañaron en el calvario (Jn.19,25-27). Según el relato, Jesús al ver desde la cruz entre la gente a su madre y al discípulo Juan, dijo a su madre: “mujer, ahí tienes a tu hijo”, y luego dijo a Juan: “He aquí tu madre”. El relato concluye diciendo que desde ese momento el discípulo acogió en su casa a María la madre de Jesús. La hora de la muerte en la cruz, es la hora en que el Señor entrega su vida por amor, en favor de la vida de todos los seres humanos. Es también el momento en que la Virgen María y Juan el discípulo viven la prueba más difícil de amor y fidelidad a Dios. Unidos se sobreponen a ese momento. No siempre sucede así con nosotros. El individualismo, y el cuestionamiento de nuestros principios más profundos, a veces nos vencen en momentos de dolor extremo.
En el día de la oración por Chile, el ejemplo de María Virgen, el discípulo Juan y Jesús en la Cruz, nos interpela a revisar la actitud con que enfrentamos nuestros propios sufrimientos, y nos llama a dejar de lado nuestro individualismo y egoísmo, para dar paso a la construcción de una vida personal, familiar y social, en donde los sufrimientos personales no nos hagan olvidar los sufrimientos de los demás. Toda situación crítica marca el momento apropiado para aprender a acogernos mutuamente y compartir lo necesario para vivir. La vida humana prospera cuando desde nuestras crisis aprendemos a buscar el bienestar común en todas las instancias de convivencia que la sociedad nos da: Nuestras familias, nuestros amigos, nuestra comunidad, nuestra nación.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
DESDE LA CRUZ.
El dolor en todas sus formas, un problema, un fracaso, la muerte de un ser querido, dejan al descubierto nuestras fragilidades. Pero también nos permiten dar lo mejor de nosotros a quien sufre. El sufrimiento asumido desde la solidaridad, siempre es una experiencia de crecimiento por más grave que sea la situación. Cuando somos solidarios no solo por razones humanas, sino también por una convicción de fe en la vida como un regalo de Dios, entonces crecemos en calidad de vida espiritual con un sentido que nos hace trascender hacia una vida y un amor aun más pleno. Esto es lo que nos deja como ejemplo Jesús crucificado y el grupo de personas que lo acompañaron en el calvario (Jn.19,25-27). Según el relato, Jesús al ver desde la cruz entre la gente a su madre y al discípulo Juan, dijo a su madre: “mujer, ahí tienes a tu hijo”, y luego dijo a Juan: “He aquí tu madre”. El relato concluye diciendo que desde ese momento el discípulo acogió en su casa a María la madre de Jesús. La hora de la muerte en la cruz, es la hora en que el Señor entrega su vida por amor, en favor de la vida de todos los seres humanos. Es también el momento en que la Virgen María y Juan el discípulo viven la prueba más difícil de amor y fidelidad a Dios. Unidos se sobreponen a ese momento. No siempre sucede así con nosotros. El individualismo, y el cuestionamiento de nuestros principios más profundos, a veces nos vencen en momentos de dolor extremo.
En el día de la oración por Chile, el ejemplo de María Virgen, el discípulo Juan y Jesús en la Cruz, nos interpela a revisar la actitud con que enfrentamos nuestros propios sufrimientos, y nos llama a dejar de lado nuestro individualismo y egoísmo, para dar paso a la construcción de una vida personal, familiar y social, en donde los sufrimientos personales no nos hagan olvidar los sufrimientos de los demás. Toda situación crítica marca el momento apropiado para aprender a acogernos mutuamente y compartir lo necesario para vivir. La vida humana prospera cuando desde nuestras crisis aprendemos a buscar el bienestar común en todas las instancias de convivencia que la sociedad nos da: Nuestras familias, nuestros amigos, nuestra comunidad, nuestra nación.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
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