Estimados amigos y amigas: comparto el comentario de nuestro amigo Fray Miguel Angel Ríos o.p, sobre el evangelio de Juan 6,60-69.
¿USTEDES TAMBIÉN QUIEREN IRSE?.
¿Ustedes también quieren irse?; ¿qué responderíamos hoy, si Jesús nos hiciera una pregunta como esta?; algunos tal vez dirían:“¡Sí, quiero irme!, ¡me voy!, mi corazón tiene otros horizontes, no aguanto más soledad, cansancio, escándalos, frustración”; “no aguanto más una Iglesia mediocre, burócrata, anclada en el poder clerical, donde la participación laical cuenta como cifra y su protagonismo se condiciona muchas veces a la última palabra de la jerarquía”...
Hoy, en la voz de bastantes laicos, resuena la voz del Señor, recordándonos la exigencia de saber ser como Iglesia comunitarios y misioneros. Es la misma voz del Señor que en su tiempo interpeló a quienes entre sus discípulos querían anquilosarse en los ídolos de este mundo, con la excusa de que el Señor era demasiado exigente (Jn.6,60-69); esto hizo que algunos de los seguidores del Señor se fueran. Lo mismo pasó en las primeras comunidades de la Iglesia formadas por los apóstoles, cuando en contradicción con las exigencias del amor cristiano, se daban entre ellos los defectos que puede tener cualquier grupo humano. Para muchos en esas circunstancias la solución fue irse. Partir, separarse, claudicar; es la reacción espontánea al enfrentamos a nuestra fragilidad humana. Es esa parte nuestra insegura y con afanes de grandeza, que quiere ansiosamente tenerlo todo resuelto y claro lo más pronto posible; si eso no se da, viene la frustración de expectativas y el desánimo.
Aprovechando la ocasión de los discípulos que se fueron del grupo de sus seguidores, Jesús planteó una pregunta directa a quienes se quedaron con él: “¿Ustedes también quieren irse?”. Dicho en otras palabras, ¿A qué y a quién quieren ser fieles en su vida?. Esta misma es la pregunta que Jesús nos hace hoy. Es humano perder la esperanza. Donde hay seres humanos, hay siempre motivos para escándalos, desencuentros, ambigüedades, divisiones, ambiciones, pequeñeces, y frente a eso, muchos querrán claudicar. Pero el amor según el ejemplo de Cristo, solo se fortalece si en esas circunstancias nos ayudamos en solidaridad y paciencia.
“¿A quien vamos a ir?, Tú solo tienes Palabras de vida eterna”: Estas palabras de Pedro a Jesús, respondiendo su pregunta, reflejan la convicción de que la vida adquiere sentido pleno solo en fidelidad a Jesús y a la Iglesia. El amor conduce y anima nuestra vida, renovándonos cada día en la opción por el Señor y por las personas a quienes amamos. El desafío es hacerlo en forma profética, criticando con esperanza y amor las estructuras de poder burócrata y dando pasos comunitarios concretos, con paciencia y amor, propiciando la participación de todos. Sin duda que esta realidad nos interpela a quienes formamos parte de la jerarquía de la Iglesia, para ser humildes, acogedores y animadores de las esperanzas e iniciativas laicales suscitadas por el Señor.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
¿USTEDES TAMBIÉN QUIEREN IRSE?.
¿Ustedes también quieren irse?; ¿qué responderíamos hoy, si Jesús nos hiciera una pregunta como esta?; algunos tal vez dirían:“¡Sí, quiero irme!, ¡me voy!, mi corazón tiene otros horizontes, no aguanto más soledad, cansancio, escándalos, frustración”; “no aguanto más una Iglesia mediocre, burócrata, anclada en el poder clerical, donde la participación laical cuenta como cifra y su protagonismo se condiciona muchas veces a la última palabra de la jerarquía”...
Hoy, en la voz de bastantes laicos, resuena la voz del Señor, recordándonos la exigencia de saber ser como Iglesia comunitarios y misioneros. Es la misma voz del Señor que en su tiempo interpeló a quienes entre sus discípulos querían anquilosarse en los ídolos de este mundo, con la excusa de que el Señor era demasiado exigente (Jn.6,60-69); esto hizo que algunos de los seguidores del Señor se fueran. Lo mismo pasó en las primeras comunidades de la Iglesia formadas por los apóstoles, cuando en contradicción con las exigencias del amor cristiano, se daban entre ellos los defectos que puede tener cualquier grupo humano. Para muchos en esas circunstancias la solución fue irse. Partir, separarse, claudicar; es la reacción espontánea al enfrentamos a nuestra fragilidad humana. Es esa parte nuestra insegura y con afanes de grandeza, que quiere ansiosamente tenerlo todo resuelto y claro lo más pronto posible; si eso no se da, viene la frustración de expectativas y el desánimo.
Aprovechando la ocasión de los discípulos que se fueron del grupo de sus seguidores, Jesús planteó una pregunta directa a quienes se quedaron con él: “¿Ustedes también quieren irse?”. Dicho en otras palabras, ¿A qué y a quién quieren ser fieles en su vida?. Esta misma es la pregunta que Jesús nos hace hoy. Es humano perder la esperanza. Donde hay seres humanos, hay siempre motivos para escándalos, desencuentros, ambigüedades, divisiones, ambiciones, pequeñeces, y frente a eso, muchos querrán claudicar. Pero el amor según el ejemplo de Cristo, solo se fortalece si en esas circunstancias nos ayudamos en solidaridad y paciencia.
“¿A quien vamos a ir?, Tú solo tienes Palabras de vida eterna”: Estas palabras de Pedro a Jesús, respondiendo su pregunta, reflejan la convicción de que la vida adquiere sentido pleno solo en fidelidad a Jesús y a la Iglesia. El amor conduce y anima nuestra vida, renovándonos cada día en la opción por el Señor y por las personas a quienes amamos. El desafío es hacerlo en forma profética, criticando con esperanza y amor las estructuras de poder burócrata y dando pasos comunitarios concretos, con paciencia y amor, propiciando la participación de todos. Sin duda que esta realidad nos interpela a quienes formamos parte de la jerarquía de la Iglesia, para ser humildes, acogedores y animadores de las esperanzas e iniciativas laicales suscitadas por el Señor.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
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