sábado, 26 de diciembre de 2009

Evangelio del domingo 27 de diciembre


Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo electo de Oviedo

HUESCA, sábado, 26 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al evangelio de este domingo de la Sagrada Familia, redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, obispo de Huesca y de Jaca, arzobispo electo de Oviedo.

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El evangelio de este domingo navideño nos sitúa ante una escena de la Sagrada Familia. José discreto, Jesús en las cosas de su Padre y María guardando lo que entiende o no entiende en Dios dentro de su corazón. Dios no es un dios solitario, que se aburre en su sillón de nubes pescando con un mando a distancia algo en lo que entretenerse sin más. Dios es un Dios comunión, relación amorosa de tres Personas que se quieren: un Padre que ama al Hijo en el Espíritu, un Amante, un Amado y un Amor, como diría san Agustín. Y este Dios familiar, nos ha hecho a su imagen y semejanza. Sin familia el hombre se deshumaniza. Y por eso Dios, puesto a huma narse, no ha querido prescindir de esta realidad. Jesús, María y a José, tienen una palabra que decirnos. Han querido vivir divinamente la aventura hu mana. Como dice Benedicto XVI, "la revelación bíblica es ante todo expresión de una historia de amor, la historia de la alianza de Dios con los hombres: por este motivo, la historia del amor y de la unión de un hombre y de una mujer en la alianza del matrimonio ha podido ser asumida por Dios como símbolo de la historia de la salvación". Pero no lo tuvo fácil la Sagrada Familia. Tuvo que afrontar el habitar un mundo muy condicionado por los proyectos ajenos al proyecto de Dios. El Hijo de Dios, ya desde el inicio de su andadura terrestre tendrá que ha bérse las con la inseguridad, la insidia, la hostilidad. La vida será amenazada no sólo en el fi nal de un calvario, sino ya en el principio cuando la palabra y los ges tos de esta nueva criatura, parecían lejanos de presentar un problema a to dos los poderes estableci dos. La vida del Mesías era preciso controlarla, y ante la imposibilidad de esto, era mejor eliminarla o, al menos, censurarla.

Hoy, ante esta vida de Dios que se ha manifestado no sólo hace dos mil años en Belén, sino que a diario se manifiesta en nosotros y entre nosotros, po demos pregun tarnos qué tipos de censuras practicamos... ¡respecto del mismo Dios! Porque podemos ser creyentes de un Dios inofensivo, lejano; creyentes en un Dios con domicilio en cualquier panteón clásico, que no nos denuncie los malos vivires y que no nos anuncie cómo son los vivires buenos, un Dios que nos deje en paz. Hay muchas formas de censurar la vida, la vida que Dios es y que nos da, la vida que Dios pide de nosotros: abortos y eutanasias, injusti cias y matanzas, egoísmos e insolidaridades. Aquella Santa Familia, como aque llos pri meros cristianos, tratándose como eran tratados por Dios, fueron capaces de transfor mar el mundo... sacando al Dios desconocido de los panteones para reconocerlo en lo cotidiano, en los días laborables, en lo familiar de una vida humana.


lunes, 21 de diciembre de 2009

Falleció nuestro hermano y amigo Ronaldo Muñoz


Este martes 15 de diciembre de 2009, a las 16.50 hrs., ha fallecido en Santiago de Chile el religioso y sacerdote Ronaldo Muñoz Gibbs, de la Congregación de los Sagrados Corazones

Había nacido en Santiago el 7 de marzo de 1933. Sus estudios básicos y medios los realizó en el Colegio de los Sagrados Corazones de la misma ciudad. Después de estudiar arquitectura por algunos años, ingresó como religioso a la Congregación en 1954. Profesó sus primeros votos el 27 de marzo de 1955 y, una vez terminados sus estudios eclesiásticos en el Seminario de su Congregación (Los Perales, Valparaíso), recibió allí mismo la ordenación sacerdotal el 23 de julio de 1961.

Enseguida continuó sus estudios de postgrado en la Universidad Gregoriana de Roma donde obtuvo la Licenciatura en Teología, y en el Instituto Católico de París donde obtuvo la habilitación para el doctorado. En 1964 comenzó la docencia académica en Chile, y entre 1966 y 1979 lo hizo en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile. Entre tanto, en 1972, culminó su Doctorado en Teología en Alemania, en la Universidad de Ratisbona, con su tesis “Nueva conciencia de la Iglesia en América Latina”.

Desde los inicios de su ministerio, compartió su tiempo entre el acompañamiento pastoral en sectores populares de Santiago Sur, donde residió la mayor parte de su vida, y el servicio teológico en la Iglesia chilena y latinoamericana.

Entre 1965 y 1980 integró el equipo teológico de la CLAR (confederación latinoamericana de religiosos) y el equipo editor de la colección “Teología y Liberación”. Participó además en equipos de asesores de obispos en las conferencias episcopales de Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Fue profesor invitado en España y Bélgica. Entre 1982 y 1994 fue director de la revista “Pastoral Popular” y entre 1986 y 1997 enseñó teología sistemática en el Instituto Alfonsiano.

Desde 1998 y hasta 2004 residió en la ciudad de Río Bueno (diócesis de Valdivia), sirviendo junto a hermanos de su Congregación en la parroquia del lugar y enseñando teología en la Universidad Católica de Temuco. Desde allí implementó instancias de encuentros de teología y pastoral entre grupos de chilenos y argentinos del sur, con una especial incidencia en la realidad indígena de esas zonas.

A partir de 1960 y hasta 2009 publicó en Chile y en el extranjero varios libros y artículos, entre ellos: Nueva Conciencia de la Iglesia en América Latina (Santiago, Salamanca, Petrópolis, 1973); La Iglesia en el Pueblo: Hacia una Eclesiología Latinoamericana (Lima, Petrópolis, 1983); Pueblo, Comunidad, Evangelio. Escritos Eclesiológicos (Santiago 1994); Nueva Conciencia Cristiana en un mundo globalizado (Santiago, 2009). Su obra más divulgada, Dios de los Cristianos, tiene traducciones en portugués, inglés, francés, italiano y alemán (Santiago, Petrópolis, New York, París, Assisi, Düsseldorf, 1987-90).

De regreso en Santiago en 2005, pasó a vivir junto a sus hermanos de Congregación en el sector poblacional Nueva Lo Espejo, desde continuó desarrollando su compromiso con las comunidades de base del lugar y su amplio servicio teológico y pastoral, especialmente en la formación de laicos. En mayo de 2008 se le detectó un tumor canceroso a la vejiga, cuya difusión orgánica no se pudo detener.

Ronaldo Muñoz fue un sacerdote que siempre quiso vivir entre los pobres y así lo hizo. En ellos pudo encontrar con mayor transparencia el rostro de Jesús; de ellos aprendió la sencillez, la solidaridad, el compromiso. A su vez, los pobres lo acompañaron con su fraterno cariño y muy especialmente en la cercanía de su muerte.

En su quehacer teológico supo hacer una adecuada síntesis entre su formación sistemática y la experiencia vital junto a las comunidades cristianas populares. Surgió de allí su valioso aporte a la Iglesia chilena y latinoamericana, constituyéndose en uno de los más notables teólogos de la liberación. Sus libros y escritos quedarán como testimonio de su búsqueda y de su esperanza.

Murió lleno de fe y esperanza. Poco antes de morir dijo: “Creer en la vida y en la plenitud de la vida más allá de la muerte no es un lugar común. No es algo evidente, no es algo que cae de su peso. Muchos cristianos se dejan seducir por el proyecto de Jesús para humanizar la tierra, pero suspenden su opinión respecto del sentido último de la vida”.

Su amor a la Iglesia lo vivió con constante transparencia y apasionada lealtad. Valoró mucho las vivencias de las primeras comunidades creyentes en Jesús y lamentó a veces el excesivo formalismo estructural de nuestra Iglesia más institucional. Aportó con la práctica de su vida el testimonio de un ministerio sencillo, cercano de la gente, centrado en la Palabra y en la Memoria de Jesús, favoreciendo la fraternidad de todos los discípulos, en apertura total a toda la humanidad.

Intentó siempre poner radicalidad en su vida. Desde la manera de vivir y de vestirse, usando recursos pobres y sencillos, hasta ser para los demás una fuente de inteligencia y sabiduría, sin darse importancia, rehuyendo todo honor o vanagloria.

Fuente: Congregación de los Sagrados Corazones

Santiago, 16/12/2009

Evangelio del domingo 20 de diciembre

LA VISITA DE MARÍA A SU PRIMA ISABEL.

Aunque la Navidad es una fiesta que nos llama a celebrar la Noche Buena en la intimidad familiar, no por eso dejamos de visitarnos entre parientes, amigos, vecinos y conocidos. El mismo hecho de enviarnos tarjetas de saludos y buenos deseos, constituye en cierto modo una forma de visita , y en ese mismo sentido los regalos navideños si se hacen con amor, son también una forma de hacernos presente en la vida de quienes los reciben. Lo importante es tener claro que lo fundamental entre familiares y seres queridos, es la presencia personal, y por eso ni las tarjetas, ni los regalos, pueden opacar ni reemplazar dicha presencia. Al contrario, deben ponerla de relieve. Por eso, este tiempo de Adviento que culmina al celebrar el nacimiento del Hijo de Dios, es un tiempo especialmente favorable para visitarnos y acogernos mutuamente, siguiendo el ejemplo de María al visitar a su prima Isabel (Lc.1,39-45).

Se trata de valorarnos por lo que somos, convencidos que la riqueza que tenemos para compartir, no se identifica con las cosas materiales que podemos comprar, sino que está relacionada con lo que llevamos en lo más profundo de nuestro ser, en nuestra mente y en nuestro corazón. Esa riqueza se identifica con Jesús, el tesoro que María Virgen llevaba en su seno al momento de visitar a su prima Isabel. Nosotros también llevamos ese mismo tesoro, pero de otra forma, en nuestros anhelos por acogernos, alegrarnos, escucharnos, dialogar y compartir la vida expresándonos todo el amor. Lo importante es que con todos los gestos con los que nos digamos feliz navidad, podamos transmitir la sorpresa, la alegría, la bendición y la fecundidad con la que Jesús, quiere dar plenitud a nuestra vida.

El texto evangélico de este cuarto Domingo de Adviento nos dice que Isabel se llenó del Espíritu Santo y sorprendida por la visita de la Virgen María la acogió diciéndole “Dichosa por haber creído que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor”. La plenitud de vida que nos trae el nacimiento del niño Dios , tiene que ver con la presencia del Espíritu Santo que da plenitud a todo lo bueno que Dios ha puesto en nosotros, particularmente nuestra capacidad de confianza y fe unida a nuestra capacidad de amar.

Que esta navidad al saludarnos y visitarnos, podamos compartir el regalo de la presencia del Espíritu de Dios y la fe en cada uno de nosotros, para vivir con serenidad todos los momentos y situaciones de nuestra vida, con la certeza de que todas las promesas de Dios se cumplen.

Fr. Migue

viernes, 11 de diciembre de 2009

Nuestro evangelio del domingo 13/12/2009


¿QUÉ DEBEMOS HACER?.
¿Qué debemos hacer?... A menudo nos hacemos esta pregunta en medio de las diversas coyunturas de la vida. A veces nosotros mismos nos damos la respuesta, pero en circunstancias complejas, solemos pedir ayuda a alguien de confianza. ¿Qué debemos hacer?, es una pregunta asociada a la dimensión práctica e inmediata de nuestro vivir, que a veces nos deja funcionando en el superficial nivel del activismo. El evangelio de hoy (Lc.3, 10-18) nos llama a descubrir que también cabe hacerse esta pregunta en un nivel más profundo. Para Juan Bautista se trata de descubrir como actuar en el diario vivir en relación con nuestros criterios, valores y opciones.
¿Qué debemos hacer?, fue la pregunta que le hicieron al Bautista una buena cantidad de gente en su época, entre ellos algunos soldados y otros funcionarios con fama de pecadores entre los judíos, como por ejemplo los cobradores de impuestos. Para todos ellos la respuesta del bautista fue clara y sencilla, llamándoles a anunciar la Buena Nueva, no sin antes vivir la solidaridad, la justicia, y la verdad. Esto exige, más allá de saber qué hacer, tener claro previamente, desde qué valores y opciones nos movemos para hacer lo que hacemos. La conversión a la que Juan Bautista llamó en su tiempo, implicaba más que un cambio de actividad, un cambio de mentalidad para realizar el trabajo que cada uno realizaba. Por eso no les dijo a los cobradores de impuestos que dejaran de cobrar impuestos, sino que no cobraran más de lo debido; y a los soldados de su época, no les dijo que dejaran de ser soldados, sino que no abusaran de la gente, que no hicieran denuncias falsas y que se contentaran con su sueldo.
¿Y nosotros hoy día, qué debemos hacer para prepararnos a celebrar la navidad como un verdadero renacer de Cristo en medio de nosotros?. Sin duda que hoy Juan Bautista nos diría, no compres más de lo necesario, conténtate con celebrar en forma sencilla, no fuerces tu solvencia económica endeudándote más allá de lo prudente, dale importancia al hecho de compartir, prioriza el estar con tu familia y compartir con los más pobres. Y en el contexto de los comicios electorales de hoy en nuestro país, nos llamaría a elegir gobernantes justos y honestos, que cultiven la paz y la justicia, de modo que el amor, el respeto y el cuidado de la vida sean la verdadera preparación para acoger al Mesías, nuestro Salvador. Naturalmente, esto requiere un cambio de mentalidad y actitud de corazón, motivado por recibir la sencilla presencia del Señor, aquel a quien ninguno de nosotros es digno de “desatarle la correa de sus sandalias”.
Fr. Miguel Angel Ríos op.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Evangelio del Domingo 30/08/09

PREPAREN EL CAMINO AL SEÑOR.
“Preparen el camino al Señor”(Lc.3,1-6), es la exhortación de Juan Bautista a la gente de su tiempo, invitándola a acoger la venida del Mesías. Una exhortación hecha en medio de una sociedad que caminaba en sentido opuesto a la dirección que Dios quería darle a la vida de su pueblo. A nivel religioso, una visión moralizante y legalista de la fidelidad se oponía radicalmente al regalo de la Salvación. A nivel político, el pueblo de Dios, estaba sometido al poder del imperio romano que, en la persona de Herodes Agripa I, abusó de los judíos, para mantenerse en el poder. En este escenario la misión de Juan el Bautista, consistió en administrar “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados”, de ahí su apodo de “Bautista”.
La misión del Bautista fue hacer que la gente de su época se diera cuenta de la necesidad de cambiar de mentalidad, para dejar de lado la idea de un Dios castigador que basaba la fidelidad a Él en el cumplimiento de normas externas para guardar apariencias. El bautismo de Juan fue importante como signo de reconciliación con un Dios que hasta ese momento aparecía como un Dios castigador; de este modo el Bautista anunció a los pecadores que la fuerza y el daño del pecado no son nunca más poderosos que el amor y la misericordia de Dios. Por eso el bautismo de Juan era también el signo externo de una opción por el amor, la verdad y la justicia. Fidelidad en el amor, misericordia, perdón y opción por la verdad y la justicia, son las actitudes que permite a Dios ser “Dios con nosotros”.
Permitir a Dios ser “Dios con nosotros” es el sentido último del tiempo de Adviento. Por eso la exhortación de Juan Bautista a preparar el camino del Señor, es también válida para nosotros, en este tiempo en que nuestra fe, esperanza y amor, las vivimos en medio de situaciones adversas al reinado de Dios por causa de mentalidades extremas en el terreno moral, ya sea por una estrecha visión legalista, o por una laxa mentalidad amoral. Como Iglesia, no siempre somos signo testimonial del amor y del perdón de Dios que acoge a los pecadores. En el terreno de la política y en el contexto de la campaña electoral de cara a las próximas elecciones presidenciales, no siempre es evidente que la prioridad de los partidos políticos y de los candidatos sea una vocación de servicio público a la nación. Estos son los “desiertos” personales y sociales desde los cuales el precursor del Señor nos llama hoy a convertirnos.
Así como el bautismo de Juan fue, en su época, el signo exterior con el que la gente expresó su deseo de recibir a Jesús Mesías, busquemos hoy nosotros, esos gestos concretos y actitudes, que nos permitan manifestar en nuestro entorno, nuestra decisión de vivir en el amor, la verdad, la justicia y la misericordia, para ir preparando el camino que nos permita recibir al Señor.
Fr. Miguel Angel Ríos. op.


MUSICA DE FONDO