lunes, 5 de abril de 2010

¿Dónde buscar al que VIVE?

Amigos les comparto una reflexión sobre el Cristo VIVO: Feliz Pascua!!!

De José Antonio PAGOLA


La fe en Jesús, resucitado por el Padre, no brotó de manera natural y espontánea en el corazón de los discípulos. Antes de encontrarse con él, lleno de vida, los evangelistas hablan de su desorientación, su búsqueda en torno al sepulcro, sus interrogantes e incertidumbres.

María de Magdala es el mejor prototipo de lo que acontece probablemente en todos. Según el relato de Juan, busca al crucificado en medio de tinieblas, «cuando aún estaba oscuro». Como es natural, lo busca «en el sepulcro». Todavía no sabe que la muerte ha sido vencida. Por eso, el vacío del sepulcro la deja desconcertada. Sin Jesús, se siente perdida.

Los otros evangelistas recogen otra tradición que describe la búsqueda de todo el grupo de mujeres. No pueden olvidar al Maestro que las ha acogido como discípulas: su amor las lleva hasta el sepulcro. No encuentran allí a Jesús, pero escuchan el mensaje que les indica hacia dónde han de orientar su búsqueda: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado».

La fe en Cristo resucitado no nace tampoco hoy en nosotros de forma espontánea, sólo porque lo hemos escuchado desde niños a catequistas y predicadores. Para abrirnos a la fe en la resurrección de Jesús, hemos de hacer nuestro propio recorrido. Es decisivo no olvidar a Jesús, amarlo con pasión y buscarlo con todas nuestras fuerzas, pero no en el mundo de los muertos. Al que vive hay que buscarlo donde hay vida.

Si queremos encontrarnos con Cristo resucitado, lleno de vida y de fuerza creadora, lo hemos de buscar, no en una religión muerta, reducida al cumplimiento y la observancia externa de leyes y normas, sino allí donde se vive según el Espíritu de Jesús, acogido con fe, con amor y con responsabilidad por sus seguidores.

Lo hemos de buscar, no entre cristianos divididos y enfrentados en luchas estériles, vacías de amor a Jesús y de pasión por el Evangelio, sino allí donde vamos construyendo comunidades que ponen a Cristo en su centro porque, saben que «donde están reunidos dos o tres en su nombre, allí está él».

Al que vive no lo encontraremos en una fe estancada y rutinaria, gastada por toda clase de tópicos y fórmulas vacías de experiencia, sino buscando una calidad nueva en nuestra relación con él y en nuestra identificación con su proyecto. Un Jesús apagado e inerte, que no enamora ni seduce, que no toca los corazones ni contagia su libertad, es un "Jesús muerto". No es el Cristo vivo, resucitado por el Padre. No es el que vive y hace vivir.

jueves, 1 de abril de 2010

¿Qué hace Dios en una cruz?

Estimada Comunidad: les comparto una reflexión del sacerdote y teólogo español José Antonio Pagola. Esta es una pregunta difícil de responder y que pertenece a todo el camino de la revelación: el misterio del Dios hecho carne.

QUÉ HACE DIOS EN UNA CRUZ?

José Antonio PAGOLA

Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado sobre la colina del Gólgota se burlaban de él y, riéndose de su impotencia, le decían: «Si eres Hijo de Dios, bájate de la cruz». Jesús no responde a la provocación. Su respuesta es un silencio cargado de misterio. Precisamente porque es Hijo de Dios permanecerá en la cruz hasta su muerte.

Las preguntas son inevitables: ¿Cómo es posible creer en un Dios crucificado por los hombres? ¿Nos damos cuenta de lo que estamos diciendo? ¿Qué hace Dios en una cruz? ¿Cómo puede subsistir una religión fundada en una concepción tan absurda de Dios?

Un "Dios crucificado" constituye una revolución y un escándalo que nos obliga a cuestionar todas las ideas que los humanos nos hacemos de un Dios al que supuestamente conocemos. El Crucificado no tiene el rostro ni los rasgos que las religiones atribuyen al Ser Supremo.

El "Dios crucificado" no es un ser omnipotente y majestuoso, inmutable y feliz, ajeno al sufrimiento de los humanos, sino un Dios impotente y humillado que sufre con nosotros el dolor, la angustia y hasta la misma muerte. Con la Cruz, o termina nuestra fe en Dios, o nos abrimos a una comprensión nueva y sorprendente de un Dios que, encarnado en nuestro sufrimiento, nos ama de manera increíble.

Ante el Crucificado empezamos a intuir que Dios, en su último misterio, es alguien que sufre con nosotros. Nuestra miseria le afecta. Nuestro sufrimiento le salpica. No existe un Dios cuya vida transcurre, por decirlo así, al margen de nuestras penas, lágrimas y desgracias. Él está en todos los Calvarios de nuestro mundo.

Este "Dios crucificado" no permite una fe frívola y egoísta en un Dios omnipotente al servicio de nuestros caprichos y pretensiones. Este Dios nos pone mirando hacia el sufrimiento, el abandono y el desamparo de tantas víctimas de la injusticia y de las desgracias. Con este Dios nos encontramos cuando nos acercamos al sufrimiento de cualquier crucificado.

Los cristianos seguimos dando toda clase de rodeos para no toparnos con el "Dios crucificado". Hemos aprendido, incluso, a levantar nuestra mirada hacia la Cruz del Señor, desviándola de los crucificados que están ante nuestros ojos. Sin embargo, la manera más auténtica de celebrar la Pasión del Señor es reavivar nuestra compasión. Sin esto, se diluye nuestra fe en el "Dios crucificado" y se abre la puerta a toda clase de manipulaciones. Que nuestro beso al Crucificado nos ponga siempre mirando hacia quienes, cerca o lejos de nosotros, viven sufriendo.



sábado, 27 de marzo de 2010

Evangelio domingo 28 de marzo 2010

Querida Comunidad: les comparto un comentario sobre el evangelio de este domingo...

¡BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR!

Hoy comenzamos la Semana Santa y el evangelio nos narra la entrada de Jesús a Jerusalén, según la versión del evangelista san Lucas (Lc.19,28-40). Se trata de una entrada distinta a la del común de los peregrinos que llegaban a Jerusalén con motivo de la celebración de la pascua del pueblo judío. Jesús no entra a Jerusalén confundido entre la multitud de peregrinos, porque, a pocos días de sufrir su crucifixión y muerte, en la última etapa de su vida terrena, él quiere expresar de manera visible con signos contundentes, el sentido salvador de todo lo realizado durante su vida y de lo que se realizará en su pasión, muerte y Resurrección.

Aclamado por la gente que le grita: “Bendito en el nombre del Señor el que viene como rey”, Jesús se revela como un monarca que no es de este mundo, desde el momento en que no se muestra con el poder de los grandes de este mundo. No llega en cabalgadura militar, sino montado humildemente sobre un asno. Su reinado es el del servicio, por eso es recibido con los signos populares que la gente de Israel acostumbró realizar, cuando en ocasiones anteriores acogió a quienes reconoció a través de su historia como sus reyes y servidores, como por ejemplo Salomón. Entre esos signos están las aclamaciones, las palmas y los mantos puestos a su paso a modo de alfombra.

Pero en Jesús, hay alguien más que una persona humana; la gente lo reconoce como el que viene en nombre del Señor, es decir, lo reconoce como el Mesías, el Salvador, el que viene a realizar una nueva pascua; la Pascua de la Alianza nueva y eterna, con la cual Jesús realiza para todos nosotros el sencillo servicio del amor, perdonando nuestros pecados.

Al iniciar la Semana Santa, celebrando el Domingo de Ramos, dispongámonos no solo a disfrutarla como un tiempo de descanso aprovechando los días feriados, sino vivámosla sobre todo como un tiempo apropiado para recibir a Jesús, que al igual como entró en Jerusalén, quiere entrar en nuestras vidas con la ceremonia de un rey servidor, para llevarnos en su Pascua a vivir nuestra pascua, dando los pasos necesarios desde nuestros egoísmos, orgullos y rencores, hacia el amor, la generosidad, la sencillez y el perdón, para reencontrarnos con nosotros mismos, con Dios y nuestros hermanos como servidores y ser bendecidos por aquel que viene en el nombre del Señor.

Fr. Miguel Angel Ríos op.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Divorciados que se vuelven a casar

Queridos amigos les comparto esta noticia. Estamos en deuda con esta atención particular en la Iglesia. Creo que es bueno mirar-nos y mirar a Jesús. El Evangelio se hace "Buena Noticia" viviendo la acogida. Respecto las situaciones "humanamente difíciles"... nos puede dar luces la praxis de la Iglesia primitiva respecto los casos del cónyuge injustamente abandonado.
Que tengan un buen día...
Divorciados que se vuelven a casar: una atención particular de la Iglesia
Entrevista al obispo-regente del Tribunal de la Penitenciaría Apostólica

ROMA, martes 23 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- El obispo-regente del Tribunal de la Penitenciaría Apostólica, monseñor Giovanni Francesco Girotti, abordó el tema de la actitud de los confesores en el delicado caso de las personas divorciadas que se han vuelto a casar.

Lo hizo ante los micrófonos de Radio Vaticano el pasado 8 de marzo, durante el curso anual de la Penitenciaría Apostólica para jóvenes sacerdotes sobre “fuero interno”, celebrado en el Vaticano del 8 al 12 de marzo,

El prelado destacó que “la doctrina y la práctica oficial de la Iglesia vigentes actualmente buscan recorrer una ruta fiel al mandato recibido por el Señor, que es quien administra perdón y misericordia”.

“La Iglesia, frente a las situaciones a veces muy delicadas -como el caso de los divorciados que se han vuelto a casar-, y el Papa nos lo recuerda muy a menudo, actúa siempre según el espíritu de Jesús, que tiene compasión por los pecadores”, añadió.

El confesor es “el administrador” de este ministerio y no el “patrón”.

Así, “cuando no puede dar la absolución, da las indicaciones, ofrece los medios para poder mantenerse siempre en el corazón de la Iglesia”.

La Iglesia “no puede faltar a su mandato, no puede ocultar sus principios, pero a pesar de ello, la Iglesia se debe a estas personas a las que no puede abandonar”, destacó.

El prelado también recordó que la Iglesia, “en todas sus intervenciones, también recientes, ha demostrado siempre una atención, un cuidado, un compromiso de ir al encuentro de situaciones humanamente difíciles y que parecen imposibles de resolver”.

“Por supuesto”, los divorciados que se han vuelto a casar continúan perteneciendo a la Iglesia, insistió.

Y concluyó: “El cuidado que hay que reservarles es verdaderamente una tarea digna de atención”.

lunes, 22 de marzo de 2010

Una interesante reflexión en torno al terremoto.


Queridos amigos y amigas: me llegó esta interesante y profunda reflexión sobre el terremoto. La comparto con Uds.


¿Es responsable Dios de este terremoto?

En ciertas ocasiones los seres humanos, incluso siendo cristianos, nos preguntamos por la existencia del mal. “¿Por qué el mal?”. El tremendo terremoto que nos ha azotado ha hecho que volvamos a hacernos la misma pregunta. Como creyentes hacemos incluso otra pregunta: ¿es responsable Dios de esta tragedia?

He estudiado el tema, pero las respuestas no me convencen. Las soluciones muy racionales a estos cuestionamientos, por una parte son indignantes para los que sufren y, por otra, conducen a una naturalización del mismo mal. Tanto el mal físico como el mal moral llevan la marca del misterio. Con todo, no es inútil mantener estos cuestionamientos porque, en la medida que tratamos de resolverlos, hallamos algunas claridades y abrimos posibilidades a reconstrucciones insospechadas.

Cabe aclarar, en primero lugar, de qué Dios se trata. Cuando hablamos de la posibilidad de que “un dios” sea responsable del terremoto suponemos que este “dios” puede ser el culpable directo del sufrimiento atroz de algunas personas; que este “dios” pone pruebas a la gente, como ser, arrebatar a una madre de sus brazos a dos de sus hijos para que ella crea por fin en su poder; que podría, si quiere, castigar a los miserables por miserables, y a los pecadores por pecadores; que este “dios” se divierte con su mundo y que la humanidad debe vivir, en consecuencia, expuesta a su arbitrariedad. Ninguno de estos dioses, empero, es el Dios de los cristianos. ¿Cómo lo sabemos?

Es necesario volver a la historia. Los cristianos conocemos a Dios gracias a un hombre inocente con apariencia de castigado que creyó, sin embargo, que Dios era un Papá y que habría de reinar como un “padre nuestro”. Esta fe suya le costó la vida. ¿Cómo habría de creerse –dirían autoridades religiosas de entonces- que Dios es amor y solo amor; que ama a los que nadie ama y ofrece un perdón incondicional a los que es normal castigar? Allí, en la cruz, la Iglesia naciente creyó en un Dios trino. Allí, en Jesús crucificado, nunca Dios fue más nuestro y nunca fuimos más suyos. Por esto, cuando los cristianos delante de la cruz nos hacemos la pregunta por el origen del mal somos desarmados por Cristo. Bien podremos quejarnos contra “Dios”, lo hizo Job. Pero no contra Jesús. Hoy, Cristo, como nuestro representante, pregunta a Dios por los millares de crucificados por el terremoto: muertos, heridos, huérfanos, hambrientos, enfermos, despojados, sin-techos, cesantes… Pero el mismo Jesús constituye, a la vez, la cercanía de Dios, el consuelo y la mano amiga sobre el hombro del que lo perdió todo.

Los cristianos no incurrimos en ningún “dolorismo” cuando nos aferramos al crucificado pues lo creemos resucitado. El dolor por el dolor solo hace daño. Lo último es la resurrección, no la muerte. Pero la confesión de la resurrección puede ser vana. Creemos que la cruz salva porque Jesús fue resucitado, pero si nosotros cristianos no resucitamos a los crucificados y con los crucificados, nuestra creencia en el Dios de Jesús se vuelve irrisoria u ofensiva. ¿Podemos decirle hoy a los que sufren que Cristo está con ella? Sí y no. No podrían los jóvenes, si en vez de salir pala en mano a ayudar a los damnificados se quedan de brazos cruzados. Sí podrían los ancianos, si no pudieran hacer nada más que rezar con sus compatriotas: “Dios nuestro, por qué nos has abandonado”. La fe en Cristo es auténtica cuando no asfixia el escándalo del dolor inocente con razonamientos justificadores de lo injustificable; cuando recicla este escándalo como amor que colabora libremente en la obra de un Dios Creador cuya obra nos desconcertaría por completo si no experimentáramos que este amor es lo más real de lo real.

Estamos ante una catástrofe, pero también ante uno de esos momentos de la vida en que se decide un rumbo definitivo. ¿Chile? ¿Qué es? ¿Quién? Chile es un país que puede convertir esta catástrofe en un acontecimiento de amor masivo y profundo. Estos días en que hemos visto tanto dolor, los chilenos tendríamos que estar más atentos que nunca al inmenso amor que llevamos en la sangre y que está haciendo milagros entre todos nosotros. Este debiera ser el aporte cristiano. Los terremotos en Chile son nuestro sino, pero nuestra vocación es la solidaridad. Los terremotos para los chilenos, en la óptica de la fe cristiana, no ocurren por “culpa” del “Padre nuestro”, sino que son una ocasión para amarnos y creer en el Amor. Tal vez ni el propio Jesús habría podido explicar el origen de este desastre, pero de nuevo habría dado su vida para que creyéramos que el Amor es el sentido definitivo, a veces atrozmente oculto, de la creación. Lo más real de lo real.

Jorge Costadoat

Centro Teológico Manuel Larraín

Evangelio domingo 21 de marzo 2010

“…YO TAMPOCO TE CONDENO…”

Forma parte de la justicia, el respetar el derecho de alguien a rehabilitarse de un eventual error, delito o pecado. A este respecto, resulta iluminador el mensaje del evangelio de hoy ((Jn.8,1-11), mostrándonos el amor y el perdón como una alternativa posible y eficaz, para salvar el derecho a la vida, la dignidad y la rehabilitación de quien ha cometido una falta. Se trata del caso de la mujer adúltera, condenada por la ley judía de su época, a la pena capital de lapidación (apedreamiento).

La fuerza del mensaje de este episodio está en la forma de proceder de Jesús que actúa con el criterio del amor, a partir del cual, juzga una situación de pecado sin declarar inocente a la persona, pero tampoco la condena a muerte; por el contrario, interpreta la ley para ponerla al servicio de la vida de la pecadora. En segundo lugar, Jesús procede frente a los maestros de la ley con una sana astucia, buscando como objetivo, no el engañarlos, sino, al contrario, desenmascarar la trampa que ellos quieren tenderle, aprovechándose de la situación de la mujer; por eso les dice: “El que esté libre de pecado, que le lance la primera piedra”. Como resultado, uno a uno los acusadores se fueron retirando del lugar. Jesús logró cuestionar la conciencia de ellos hasta hacerlos darse cuenta, que desde el punto de vista moral , no eran mejores que la mujer acusada. Por último, tenemos la actitud misericordiosa de Jesús frente a la mujer, después de quedar solo con ella: “…mujer ¿Dónde están: ninguno te ha condenado?... Yo tampoco te condeno”. De este modo el Señor salva la vida de la mujer, la libera de la humillación y culpabilización moral, devolviéndole la dignidad como persona en la que se puede confiar a pesar de lo que haya hecho; por eso le dice:”vete y no vuelvas a pecar en adelante”.

Desde nuestra condición humana, todos podemos reflejarnos en la situación de esta mujer, porque todos cometemos errores y nos exponemos a sufrir descalificación moral, sintiendo la necesidad de recibir perdón y la posibilidad de una nueva oportunidad. A diferencia de ella, nuestro sistema legal, no nos condena a muerte por causas de tipo religioso-moral; pero con la murmuración, los prejuicios y el popular “pelambre”, podemos destruir la vida de alguien, sin sopesar las consecuencias, si el día de mañana somos nosotros los que estamos en una situación similar. Jesús nos llama a respetarnos, sobre todo cuando queda al descubierto la parte frágil de nuestra condición humana. La manifestación más noble de ese respeto es el amor bajo la forma de misericordia y perdón y alcanza su expresión concreta cuando somos capaces de decir a alguien, desde el corazón: “Yo tampoco te condeno”.

Fr.Miguel Angel.

lunes, 15 de marzo de 2010

Evangelio domingo 14 de marzo 2010.

Queridos amigos y amigas el terremoto no ha pasado inadvertido, nos ha hecho detenernos para pensar sobre nuestra propia fragilidad y sobre aquello que es verdaderamente importante: la familia, los hijos, los amigos, las personas que amamos, la vida.

Les saludo a la distancia, mil abrazos. Les anexo la reflexión bíblica sobre el comentario al evangelio de este domingo recién pasado de Fray Miguel Angel.

TERREMOTO Y CONVERSIÓN

Se acabó el terremoto y ahora viene la reconstrucción. Algunos lo perdieron todo, hay que empezar todo de nuevo. Algunos perdieron parte de lo que tenían, esa parte se reconstruirá de nuevo. Algunos no perdieron nada y sólo sufrieron daños menores, en este caso habrá que reponer los estucos y limpiar la tierra que cayó. De todas formas, todos tendremos algo nuevo después de la catástrofe. No será de inmediato seguramente, pero mientras nos defendemos con algo provisorio, se va haciendo la nueva reparación definitiva.

Así como se dan los fenómenos de los terremotos en tantos suelos y en especial en nuestro suelo chileno, así también en ese otro terreno que es el terreno espiritual de nuestra vida, también se dan “terremotos” que nos afectan en lo personal, familiar y social. “Terremotos” que echan por tierra nuestra vida, cuando descubrimos que los cimientos en los que la afianzábamos eran falsos, frágiles, inconsistentes e insuficientes.

La parábola del Hijo pródigo (Lc.15,11-32), es un ejemplo de una familia que en un determinado momento de su vida, sufre un “terremoto”, por causa de un hijo que se va de la casa, ansioso por gastar en todo tipo de placeres el dinero de la herencia que le correspondía. En lo personal el hijo sufre este terremoto, en el momento en que se le acaba el dinero, pasa hambre y se siente solo; su padre sufre esta crisis en el momento en que el hijo se aleja del hogar y también se siente solo. Ambos experimentan la fragilidad y lo caduco de la forma de relacionarse que hasta ese momento tenían. La parábola no nos dice nada explícito a este respecto, pero permite suponer que faltaba un nivel de mayor profundidad en esa relación familiar entre un hijo que tenía todo lo material que pedía y un padre que se lo concedía.

El desenlace del relato nos muestra que en circunstancias de crisis, se despierta en las personas una especie de intuición que hace percibir lo importante, lo verdadero, lo esencial, lo que está en peligro de perderse al equivocar los criterios de vida y tomar por esencial y absoluto, lo que no es más que relativo y mediático. Este hijo y este padre de la parábola, dan un vuelco radical a sus vidas a partir de ese momento crítico. Se vuelcan a la verdad del amor , descubriéndola y experimentándola como la cualidad esencial de todo ser humano. El hijo va a vivir este amor en clave de arrepentimiento y humildad para reconocer su error, y el padre va a vivir este amor en clave de gratuidad, acogida, entrega, esperanza y confianza. Lo central del relato viene a ser el reencuentro fundado sobre la cualidad esencial del amor, que hace que a partir de allí se comience a desarrollar una relación nueva, mucho más profunda ,auténtica y duradera, que la primera que estaba condicionada por el ídolo de lo material. En este hijo y este padre que se reencuentran, están representadas las cualidades del amor de Dios para cono nosotros, en especial su misericordia.

Una verdadera conversión, es como “terremoto” espiritual, y se desencadena cuando vivimos una experiencia fuerte de dolor, de fragilidad, de impotencia frente a alguna situación. También se dan cuando, a pesar de lo que hayamos hecho, experimentamos la gratuidad del amor, el perdón, y la alegría que transmite el rostro de quien nos acoge con misericordia, confianza y esperanza Allí nos encontramos con nuestro Padre Dios. Por aquí va la conversión a la que nos llama el Señor con esta parábola del Hijo pródigo en este cuarto Domingo de Cuaresma. ¿Hay algo que en este tiempo de conversión me esté remeciendo con fuerza?¿Qué terremotos interiores estoy viviendo?.

Fr Miguel Angel Ríos op.

miércoles, 13 de enero de 2010

Evangelio domingo 17 de enero 2010.

CON LA ALEGRÍA DE UNA FIESTA DE BODAS.

Desde hace ya cierto tiempo, asistimos a una crisis de eficiencia y sentido por la que están pasando algunos organismos e instituciones que a nivel internacional y nacional, deberían ser los garantes de la democracia, el diálogo, la igualdad entre todos los seres humanos y la paz, de modo que los naturales conflictos por los que una sociedad como grupo humano tiene que pasar, no derivaran en guerras, violencia, abusos de poder y tristeza para quienes sufren las consecuencias. El problema no solo está en las instituciones en sí, sino también en falencias de tipo valórico, ético y de madurez cívica, en las personas que componen un grupo social. Algo parecido sucedió en la época de Jesús con la ley del pueblo judío, que en ese caso, no solo tenía valor como norma civil, sino también como mandato de Dios. La ley había perdido su sentido como compromiso de amor mutuo entre Dios y su pueblo. Se multiplicaron un sin número de preceptos burocráticos. Así, la ley del pueblo judío se transformó en un problema, más que en un servicio a la vida.

Esta situación es la que el evangelista Juan presenta de manera simbólica en este primer milagro realizado por Jesús como signo de su condición de Salvador para la historia humana. Es el milagro en que el Señor convirtió el agua en vino durante las bodas de Caná (Jn.2,1-11). Las tinajas vacías usadas para las purificaciones rituales, simbolizan la ley vacía de sentido, poniendo énfasis en un rito que purifica, pero que no termina por salvar, porque sus preceptos no responden a las necesidades reales de la gente. En contraste con esta realidad, a petición de su madre María, Jesús manda llenar las tinajas de agua y la convierte en buen vino. En el contexto del relato, el vino es simbólicamente el signo de la salvación definitiva que trae Jesucristo el Mesías; salvación que comienza por valorar a todos los seres humanos como iguales en dignidad, en especial a los postergados, como la mujer en los tiempos de Jesús. Siendo el vino un elemento asociado a la dimensión festiva de la vida, simboliza también la alegría, la amistad, la espontaneidad personal y la libertad que nos trae el Señor. En otras palabras, en Jesús la ley adquiere una plenitud de sentido, enfocada desde la perspectiva del amor, para servir a la vida de la sociedad.

La propuesta del Señor, es válida como alternativa, para iluminar cualquier forma de vida bajo cualquier sistema legal, puesto que el valor de la libertad, el desarrollo personal, la dignidad, la honestidad y la felicidad, son valores universalmente reconocidos y buscados por todos los seres humanos. Nuestro esfuerzo por vivir como sociedad en coherencia con estos valores, puede ser el contexto favorable, para el verdadero milagro que el Señor quiere hoy realizar entre nosotros: Convertir nuestra mente y nuestro corazón, para dejar de lado todo lo que mata la esperanza, la confianza, el amor, la conciencia social y la alegría de vivir. Si no cuidamos y cultivamos estos aspectos, ningún marco legal resultará eficaz para que en nuestra vida nos comportemos como seres humanos en sociedad y para que vivamos y celebremos con la alegría de una fiesta de bodas; es decir, con la alegría de una fiesta motivada por un compromiso de amor.

Fr. Miguel Angel Ríos op.

sábado, 9 de enero de 2010

LAMENTABLE NOTICIA

A nuestra Comunidad de Metrenco, Iglesia viva de la Araucanía: amigos les comunico el sensible fallecimiento de la esposa de Don Nelson Lagos. Sus restos están siendo velados en el Hogar de Cristo de Avda. Alemania. El lunes serán sus funerales durante la mañana.

Evangelio domingo 10 de enero 2010.

AMADOS Y ELEGIDOS POR DIOS.

Jesús, desde el punto de vista moral, no necesitaba convertirse, pues no tenía pecado. Sin embargo, el Evangelio de hoy (Lc.3,15-16. 21-22), lo presenta haciéndose bautizar en el Jordán por su primo Juan, en respuesta a la exhortación a la conversión que hacía el Bautista. Con motivo de su bautismo, Jesús recibe el Espíritu Santo, al tiempo que se escucha una voz en el cielo diciendo: “Tú eres mi Hijo el amado. Tú eres mi elegido”. El relato detalla, que Jesús vive esta experiencia, mientras estaba en oración. Estar en oración, recibir el Espíritu Santo, y vivir la experiencia de sentirse amado y elegido por Dios. Estos tres rasgos marcaron profundamente la vida del Nazareno, como verdadero hombre y como verdadero Dios. Son tres rasgos que al irse dando van marcando la vida de cualquier creyente.

Son tres rasgos, que hoy a nosotros pueden renovarnos la vida, haciéndonos cambiar el agitado y mediocre ámbito de nuestras relaciones humanas. Son tres características, que urgen en un mundo, por un lado tan necesitado de alimento para el espíritu, y por otro lado tan alejado de los caminos para encontrar ese alimento. Un mundo tan consumista y materialista en donde pareciera que no queda lugar para nada gratuito, ni siquiera la experiencia de sentirse amado y elegido por alguien que me quiera por lo que soy y no por lo que tengo. Un mundo en donde el diálogo entre las personas y el diálogo con Dios queda relegado a un segundo plano porque es más importante trabajar y producir. Un mundo en donde no muchas personas tienen un cuidado por dar buen ejemplo de algo a alguien, porque muy pocos se comprometen de manera testimonial con sus convicciones profundas. En medio de este mundo, Jesús quiere invitarnos a seguir su ejemplo, para vivir y compartir la experiencia de sentirnos amados y elegidos por Dios, abiertos a la acción de su Espíritu, y en un constante diálogo de oración que nos permita ser y sentirnos plenamente seres humanos, plenamente personas, plenamente hijos de Dios.

Fr. Miguel Angel Ríos op.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Evangelio del domingo 27 de diciembre


Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo electo de Oviedo

HUESCA, sábado, 26 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al evangelio de este domingo de la Sagrada Familia, redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, obispo de Huesca y de Jaca, arzobispo electo de Oviedo.

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El evangelio de este domingo navideño nos sitúa ante una escena de la Sagrada Familia. José discreto, Jesús en las cosas de su Padre y María guardando lo que entiende o no entiende en Dios dentro de su corazón. Dios no es un dios solitario, que se aburre en su sillón de nubes pescando con un mando a distancia algo en lo que entretenerse sin más. Dios es un Dios comunión, relación amorosa de tres Personas que se quieren: un Padre que ama al Hijo en el Espíritu, un Amante, un Amado y un Amor, como diría san Agustín. Y este Dios familiar, nos ha hecho a su imagen y semejanza. Sin familia el hombre se deshumaniza. Y por eso Dios, puesto a huma narse, no ha querido prescindir de esta realidad. Jesús, María y a José, tienen una palabra que decirnos. Han querido vivir divinamente la aventura hu mana. Como dice Benedicto XVI, "la revelación bíblica es ante todo expresión de una historia de amor, la historia de la alianza de Dios con los hombres: por este motivo, la historia del amor y de la unión de un hombre y de una mujer en la alianza del matrimonio ha podido ser asumida por Dios como símbolo de la historia de la salvación". Pero no lo tuvo fácil la Sagrada Familia. Tuvo que afrontar el habitar un mundo muy condicionado por los proyectos ajenos al proyecto de Dios. El Hijo de Dios, ya desde el inicio de su andadura terrestre tendrá que ha bérse las con la inseguridad, la insidia, la hostilidad. La vida será amenazada no sólo en el fi nal de un calvario, sino ya en el principio cuando la palabra y los ges tos de esta nueva criatura, parecían lejanos de presentar un problema a to dos los poderes estableci dos. La vida del Mesías era preciso controlarla, y ante la imposibilidad de esto, era mejor eliminarla o, al menos, censurarla.

Hoy, ante esta vida de Dios que se ha manifestado no sólo hace dos mil años en Belén, sino que a diario se manifiesta en nosotros y entre nosotros, po demos pregun tarnos qué tipos de censuras practicamos... ¡respecto del mismo Dios! Porque podemos ser creyentes de un Dios inofensivo, lejano; creyentes en un Dios con domicilio en cualquier panteón clásico, que no nos denuncie los malos vivires y que no nos anuncie cómo son los vivires buenos, un Dios que nos deje en paz. Hay muchas formas de censurar la vida, la vida que Dios es y que nos da, la vida que Dios pide de nosotros: abortos y eutanasias, injusti cias y matanzas, egoísmos e insolidaridades. Aquella Santa Familia, como aque llos pri meros cristianos, tratándose como eran tratados por Dios, fueron capaces de transfor mar el mundo... sacando al Dios desconocido de los panteones para reconocerlo en lo cotidiano, en los días laborables, en lo familiar de una vida humana.


lunes, 21 de diciembre de 2009

Falleció nuestro hermano y amigo Ronaldo Muñoz


Este martes 15 de diciembre de 2009, a las 16.50 hrs., ha fallecido en Santiago de Chile el religioso y sacerdote Ronaldo Muñoz Gibbs, de la Congregación de los Sagrados Corazones

Había nacido en Santiago el 7 de marzo de 1933. Sus estudios básicos y medios los realizó en el Colegio de los Sagrados Corazones de la misma ciudad. Después de estudiar arquitectura por algunos años, ingresó como religioso a la Congregación en 1954. Profesó sus primeros votos el 27 de marzo de 1955 y, una vez terminados sus estudios eclesiásticos en el Seminario de su Congregación (Los Perales, Valparaíso), recibió allí mismo la ordenación sacerdotal el 23 de julio de 1961.

Enseguida continuó sus estudios de postgrado en la Universidad Gregoriana de Roma donde obtuvo la Licenciatura en Teología, y en el Instituto Católico de París donde obtuvo la habilitación para el doctorado. En 1964 comenzó la docencia académica en Chile, y entre 1966 y 1979 lo hizo en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile. Entre tanto, en 1972, culminó su Doctorado en Teología en Alemania, en la Universidad de Ratisbona, con su tesis “Nueva conciencia de la Iglesia en América Latina”.

Desde los inicios de su ministerio, compartió su tiempo entre el acompañamiento pastoral en sectores populares de Santiago Sur, donde residió la mayor parte de su vida, y el servicio teológico en la Iglesia chilena y latinoamericana.

Entre 1965 y 1980 integró el equipo teológico de la CLAR (confederación latinoamericana de religiosos) y el equipo editor de la colección “Teología y Liberación”. Participó además en equipos de asesores de obispos en las conferencias episcopales de Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Fue profesor invitado en España y Bélgica. Entre 1982 y 1994 fue director de la revista “Pastoral Popular” y entre 1986 y 1997 enseñó teología sistemática en el Instituto Alfonsiano.

Desde 1998 y hasta 2004 residió en la ciudad de Río Bueno (diócesis de Valdivia), sirviendo junto a hermanos de su Congregación en la parroquia del lugar y enseñando teología en la Universidad Católica de Temuco. Desde allí implementó instancias de encuentros de teología y pastoral entre grupos de chilenos y argentinos del sur, con una especial incidencia en la realidad indígena de esas zonas.

A partir de 1960 y hasta 2009 publicó en Chile y en el extranjero varios libros y artículos, entre ellos: Nueva Conciencia de la Iglesia en América Latina (Santiago, Salamanca, Petrópolis, 1973); La Iglesia en el Pueblo: Hacia una Eclesiología Latinoamericana (Lima, Petrópolis, 1983); Pueblo, Comunidad, Evangelio. Escritos Eclesiológicos (Santiago 1994); Nueva Conciencia Cristiana en un mundo globalizado (Santiago, 2009). Su obra más divulgada, Dios de los Cristianos, tiene traducciones en portugués, inglés, francés, italiano y alemán (Santiago, Petrópolis, New York, París, Assisi, Düsseldorf, 1987-90).

De regreso en Santiago en 2005, pasó a vivir junto a sus hermanos de Congregación en el sector poblacional Nueva Lo Espejo, desde continuó desarrollando su compromiso con las comunidades de base del lugar y su amplio servicio teológico y pastoral, especialmente en la formación de laicos. En mayo de 2008 se le detectó un tumor canceroso a la vejiga, cuya difusión orgánica no se pudo detener.

Ronaldo Muñoz fue un sacerdote que siempre quiso vivir entre los pobres y así lo hizo. En ellos pudo encontrar con mayor transparencia el rostro de Jesús; de ellos aprendió la sencillez, la solidaridad, el compromiso. A su vez, los pobres lo acompañaron con su fraterno cariño y muy especialmente en la cercanía de su muerte.

En su quehacer teológico supo hacer una adecuada síntesis entre su formación sistemática y la experiencia vital junto a las comunidades cristianas populares. Surgió de allí su valioso aporte a la Iglesia chilena y latinoamericana, constituyéndose en uno de los más notables teólogos de la liberación. Sus libros y escritos quedarán como testimonio de su búsqueda y de su esperanza.

Murió lleno de fe y esperanza. Poco antes de morir dijo: “Creer en la vida y en la plenitud de la vida más allá de la muerte no es un lugar común. No es algo evidente, no es algo que cae de su peso. Muchos cristianos se dejan seducir por el proyecto de Jesús para humanizar la tierra, pero suspenden su opinión respecto del sentido último de la vida”.

Su amor a la Iglesia lo vivió con constante transparencia y apasionada lealtad. Valoró mucho las vivencias de las primeras comunidades creyentes en Jesús y lamentó a veces el excesivo formalismo estructural de nuestra Iglesia más institucional. Aportó con la práctica de su vida el testimonio de un ministerio sencillo, cercano de la gente, centrado en la Palabra y en la Memoria de Jesús, favoreciendo la fraternidad de todos los discípulos, en apertura total a toda la humanidad.

Intentó siempre poner radicalidad en su vida. Desde la manera de vivir y de vestirse, usando recursos pobres y sencillos, hasta ser para los demás una fuente de inteligencia y sabiduría, sin darse importancia, rehuyendo todo honor o vanagloria.

Fuente: Congregación de los Sagrados Corazones

Santiago, 16/12/2009

Evangelio del domingo 20 de diciembre

LA VISITA DE MARÍA A SU PRIMA ISABEL.

Aunque la Navidad es una fiesta que nos llama a celebrar la Noche Buena en la intimidad familiar, no por eso dejamos de visitarnos entre parientes, amigos, vecinos y conocidos. El mismo hecho de enviarnos tarjetas de saludos y buenos deseos, constituye en cierto modo una forma de visita , y en ese mismo sentido los regalos navideños si se hacen con amor, son también una forma de hacernos presente en la vida de quienes los reciben. Lo importante es tener claro que lo fundamental entre familiares y seres queridos, es la presencia personal, y por eso ni las tarjetas, ni los regalos, pueden opacar ni reemplazar dicha presencia. Al contrario, deben ponerla de relieve. Por eso, este tiempo de Adviento que culmina al celebrar el nacimiento del Hijo de Dios, es un tiempo especialmente favorable para visitarnos y acogernos mutuamente, siguiendo el ejemplo de María al visitar a su prima Isabel (Lc.1,39-45).

Se trata de valorarnos por lo que somos, convencidos que la riqueza que tenemos para compartir, no se identifica con las cosas materiales que podemos comprar, sino que está relacionada con lo que llevamos en lo más profundo de nuestro ser, en nuestra mente y en nuestro corazón. Esa riqueza se identifica con Jesús, el tesoro que María Virgen llevaba en su seno al momento de visitar a su prima Isabel. Nosotros también llevamos ese mismo tesoro, pero de otra forma, en nuestros anhelos por acogernos, alegrarnos, escucharnos, dialogar y compartir la vida expresándonos todo el amor. Lo importante es que con todos los gestos con los que nos digamos feliz navidad, podamos transmitir la sorpresa, la alegría, la bendición y la fecundidad con la que Jesús, quiere dar plenitud a nuestra vida.

El texto evangélico de este cuarto Domingo de Adviento nos dice que Isabel se llenó del Espíritu Santo y sorprendida por la visita de la Virgen María la acogió diciéndole “Dichosa por haber creído que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor”. La plenitud de vida que nos trae el nacimiento del niño Dios , tiene que ver con la presencia del Espíritu Santo que da plenitud a todo lo bueno que Dios ha puesto en nosotros, particularmente nuestra capacidad de confianza y fe unida a nuestra capacidad de amar.

Que esta navidad al saludarnos y visitarnos, podamos compartir el regalo de la presencia del Espíritu de Dios y la fe en cada uno de nosotros, para vivir con serenidad todos los momentos y situaciones de nuestra vida, con la certeza de que todas las promesas de Dios se cumplen.

Fr. Migue

viernes, 11 de diciembre de 2009

Nuestro evangelio del domingo 13/12/2009


¿QUÉ DEBEMOS HACER?.
¿Qué debemos hacer?... A menudo nos hacemos esta pregunta en medio de las diversas coyunturas de la vida. A veces nosotros mismos nos damos la respuesta, pero en circunstancias complejas, solemos pedir ayuda a alguien de confianza. ¿Qué debemos hacer?, es una pregunta asociada a la dimensión práctica e inmediata de nuestro vivir, que a veces nos deja funcionando en el superficial nivel del activismo. El evangelio de hoy (Lc.3, 10-18) nos llama a descubrir que también cabe hacerse esta pregunta en un nivel más profundo. Para Juan Bautista se trata de descubrir como actuar en el diario vivir en relación con nuestros criterios, valores y opciones.
¿Qué debemos hacer?, fue la pregunta que le hicieron al Bautista una buena cantidad de gente en su época, entre ellos algunos soldados y otros funcionarios con fama de pecadores entre los judíos, como por ejemplo los cobradores de impuestos. Para todos ellos la respuesta del bautista fue clara y sencilla, llamándoles a anunciar la Buena Nueva, no sin antes vivir la solidaridad, la justicia, y la verdad. Esto exige, más allá de saber qué hacer, tener claro previamente, desde qué valores y opciones nos movemos para hacer lo que hacemos. La conversión a la que Juan Bautista llamó en su tiempo, implicaba más que un cambio de actividad, un cambio de mentalidad para realizar el trabajo que cada uno realizaba. Por eso no les dijo a los cobradores de impuestos que dejaran de cobrar impuestos, sino que no cobraran más de lo debido; y a los soldados de su época, no les dijo que dejaran de ser soldados, sino que no abusaran de la gente, que no hicieran denuncias falsas y que se contentaran con su sueldo.
¿Y nosotros hoy día, qué debemos hacer para prepararnos a celebrar la navidad como un verdadero renacer de Cristo en medio de nosotros?. Sin duda que hoy Juan Bautista nos diría, no compres más de lo necesario, conténtate con celebrar en forma sencilla, no fuerces tu solvencia económica endeudándote más allá de lo prudente, dale importancia al hecho de compartir, prioriza el estar con tu familia y compartir con los más pobres. Y en el contexto de los comicios electorales de hoy en nuestro país, nos llamaría a elegir gobernantes justos y honestos, que cultiven la paz y la justicia, de modo que el amor, el respeto y el cuidado de la vida sean la verdadera preparación para acoger al Mesías, nuestro Salvador. Naturalmente, esto requiere un cambio de mentalidad y actitud de corazón, motivado por recibir la sencilla presencia del Señor, aquel a quien ninguno de nosotros es digno de “desatarle la correa de sus sandalias”.
Fr. Miguel Angel Ríos op.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Evangelio del Domingo 30/08/09

PREPAREN EL CAMINO AL SEÑOR.
“Preparen el camino al Señor”(Lc.3,1-6), es la exhortación de Juan Bautista a la gente de su tiempo, invitándola a acoger la venida del Mesías. Una exhortación hecha en medio de una sociedad que caminaba en sentido opuesto a la dirección que Dios quería darle a la vida de su pueblo. A nivel religioso, una visión moralizante y legalista de la fidelidad se oponía radicalmente al regalo de la Salvación. A nivel político, el pueblo de Dios, estaba sometido al poder del imperio romano que, en la persona de Herodes Agripa I, abusó de los judíos, para mantenerse en el poder. En este escenario la misión de Juan el Bautista, consistió en administrar “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados”, de ahí su apodo de “Bautista”.
La misión del Bautista fue hacer que la gente de su época se diera cuenta de la necesidad de cambiar de mentalidad, para dejar de lado la idea de un Dios castigador que basaba la fidelidad a Él en el cumplimiento de normas externas para guardar apariencias. El bautismo de Juan fue importante como signo de reconciliación con un Dios que hasta ese momento aparecía como un Dios castigador; de este modo el Bautista anunció a los pecadores que la fuerza y el daño del pecado no son nunca más poderosos que el amor y la misericordia de Dios. Por eso el bautismo de Juan era también el signo externo de una opción por el amor, la verdad y la justicia. Fidelidad en el amor, misericordia, perdón y opción por la verdad y la justicia, son las actitudes que permite a Dios ser “Dios con nosotros”.
Permitir a Dios ser “Dios con nosotros” es el sentido último del tiempo de Adviento. Por eso la exhortación de Juan Bautista a preparar el camino del Señor, es también válida para nosotros, en este tiempo en que nuestra fe, esperanza y amor, las vivimos en medio de situaciones adversas al reinado de Dios por causa de mentalidades extremas en el terreno moral, ya sea por una estrecha visión legalista, o por una laxa mentalidad amoral. Como Iglesia, no siempre somos signo testimonial del amor y del perdón de Dios que acoge a los pecadores. En el terreno de la política y en el contexto de la campaña electoral de cara a las próximas elecciones presidenciales, no siempre es evidente que la prioridad de los partidos políticos y de los candidatos sea una vocación de servicio público a la nación. Estos son los “desiertos” personales y sociales desde los cuales el precursor del Señor nos llama hoy a convertirnos.
Así como el bautismo de Juan fue, en su época, el signo exterior con el que la gente expresó su deseo de recibir a Jesús Mesías, busquemos hoy nosotros, esos gestos concretos y actitudes, que nos permitan manifestar en nuestro entorno, nuestra decisión de vivir en el amor, la verdad, la justicia y la misericordia, para ir preparando el camino que nos permita recibir al Señor.
Fr. Miguel Angel Ríos. op.


jueves, 26 de noviembre de 2009

Evangelio del domingo 29/11/2009

A propósito de la película 2012, se han desarrollado varios comentarios acerca del fin del mundo. Esto ya nos hace recordar lo acontecido por ciertas fechas anteriores: año 1000, año 2000. El milenarismo concebía precisamente que el fin del mundo acontecería en el año 1000. Esto suscitó en los oyentes cierta inquietud y preocupación.
Para nosotros los cristianos, hombres de fe y de esperanza lo importante es sabernos situar frente a estos acontecimientos que sólo infunden confusión y cierto temor. La pregunta fundamental es situarnos ante la predica de Jesús: ¿Qué intención tienen estas palabras? ¿Qué nos transmite este mensaje cargado de simbolismos?
Desde esta perspectiva les invito a escuchar lo que significa y nos interpela la venida del" Hijo del Hombre"

EL DÍA DE LA LIBERACIÓN.
El texto del evangelio de este Domingo (Lc. 21,25-28. 34-36), nos presenta a Jesús anunciando el día de la liberación. Jesús hace referencia al futuro último de la historia humana y lo describe como un momento en el que el templo de Jerusalén será destruido y se alterará el orden cósmico universal. Lo central del mensaje está contenido en las palabras de Jesús anunciando la inminencia del “día de la liberación”. Por eso el Señor exhorta a estar alerta, en oración, para no endurecer el corazón, ni dejarse llevar por los vicios e idolatrías de este mundo.
En el contexto de la preparación a la celebración de la Navidad que hoy iniciamos, este mensaje nos invita a vivir el Adviento como un tiempo de esperanza en la vida, como manifestación del amor de Dios. Por lo mismo, este pasaje evangélico, nos invita a no dejarnos llevar por la tentación de interpretar en clave de desastre o situación terminal, las distintas situaciones de crisis que a cada uno de nosotros nos toca vivir. Es precisamente en esas situaciones esclavizantes de mediocridad, violencia, corrupción e injusticia, que la presencia de Jesús adquiere un sentido liberador. Por eso, el día de la liberación anunciado por el Señor no necesariamente ha de ser el día del “juicio final” o el día en que nos muramos. Jesús está con nosotros cada día, para liberarnos de todas aquellas conductas, ansiedades, angustias, afanes de poder y mediocridades que esclavizan nuestro corazón y violentan nuestra convivencia humana.
La exhortación del Señor a no dejarnos aturdir por los vicios y las preocupaciones de la vida, nos recuerda, que su acción liberadora, exige por parte nuestra una disposición activa a la conversión, para percibir en medio de las dificultades humanas, los signos de su presencia, bendiciendo y dando plenitud a todo lo bueno que realizamos en la vida.
Fr. Miguel Angel Ríos op.

domingo, 15 de noviembre de 2009

CONVICCIONES CRISTIANAS

el abrazo

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33 Tiempo ordinario (B) Marcos 13, 24-32

JOSÉ ANTONIO PAGOLA
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA, 11/11/09.- Poco a poco iban muriendo los discípulos que habían conocido a Jesús. Los que quedaban, creían en él sin haberlo visto. Celebraban su presencia invisible en las eucaristías, pero ¿cuándo verían su rostro lleno de vida? ¿cuándo se cumpliría su deseo de encontrarse con él para siempre?

Seguían recordando con amor y con fe las palabras de Jesús. Eran su alimento en aquellos tiempos difíciles de persecución. Pero, ¿cuándo podrían comprobar la verdad que encerraban? ¿No se irían olvidando poco a poco? Pasaban los años y no llegaba el Día Final tan esperado, ¿qué podían pensar?

El discurso apocalíptico que encontramos en Marcos quiere ofrecer algunas convicciones que han de alimentar su esperanza. No lo hemos de entender en sentido literal, sino tratando de descubrir la fe contenida en esas imágenes y símbolos que hoy nos resultan tan extraños.

Primera convicción. La historia apasionante de la Humanidad llegará un día a su fin. El «sol» que señala la sucesión de los años se apagará. La «luna» que marca el ritmo de los meses ya no brillará. No habrá días y noches, no habrá tiempo. Además, «las estrellas caerán del cielo», la distancia entre el cielo y la tierra se borrará, ya no habrá espacio. Esta vida no es para siempre. Un día llegará la Vida definitiva, sin espacio ni tiempo. Viviremos en el Misterio de Dios.

Segunda convicción. Jesús volverá y sus seguidores podrán ver por fin su rostro deseado: «verán venir al Hijo del Hombre». El sol, la luna y los astros se apagarán, pero el mundo no se quedará sin luz. Será Jesús quien lo iluminará para siempre poniendo verdad, justicia y paz en la historia humana tan esclava hoy de abusos, injusticias y mentiras.

Tercera convicción. Jesús traerá consigo la salvación de Dios. Llega con el poder grande y salvador del Padre. No se presenta con aspecto amenazador. El evangelista evita hablar aquí de juicios y condenas. Jesús viene a «reunir a sus elegidos», los que esperan con fe su salvación.

Cuarta convicción. Las palabras de Jesús «no pasarán». No perderán su fuerza salvadora. Han de de seguir alimentando la esperanza de sus seguidores y el aliento de los pobres. No caminamos hacia la nada y el vacío. Nos espera el abrazo con Dios. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Dar de lo que sobra o dar de corazón

32 Tiempo ordinario (B) Marcos 12, 38-44
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA, 04/11/09.- El contraste entre las dos escenas es total. En la primera, Jesús pone a la gente en guardia frente a los escribas del templo. Su religión es falsa: la utilizan para buscar su propia gloria y explotar a los más débiles. No hay que admirarlos ni seguir su ejemplo. En la segunda, Jesús observa el gesto de una pobre viuda y llama a sus discípulos. De esta mujer pueden aprender algo que nunca les enseñarán los escribas: una fe total en Dios y una generosidad sin límites.

La crítica de Jesús a los escribas es dura. En vez de orientar al pueblo hacia Dios buscando su gloria, atraen la atención de la gente hacia sí mismos buscando su propio honor. Les gusta «pasearse con amplios ropajes» buscando saludos y reverencias de la gente. En la liturgia de las sinagogas y en los banquetes buscan «los asientos de honor» y «los primeros puestos ».

Pero hay algo que, sin duda, le duele a Jesús más que este comportamiento fatuo y pueril de ser contemplados, saludados y reverenciados. Mientras aparentan una piedad profunda en sus «largos rezos » en público, se aprovechan de su prestigio religioso para vivir a costa de las viudas, los seres más débiles e indefensos de Israel según la tradición bíblica.

Precisamente, una de estas viudas va a poner en evidencia la religión corrupta de estos dirigentes religiosos. Su gesto ha pasado desapercibido a todos, pero no a Jesús. La pobre mujer solo ha echado en el arca de las ofrendas dos pequeñas monedas, pero Jesús llama enseguida a sus discípulos pues difícilmente encontrarán en el ambiente del templo un corazón más religioso y más solidario con los necesitados.

Esta viuda no anda buscando honores ni prestigio alguno; actúa de manera callada y humilde. No piensa en explotar a nadie; al contrario, da todo lo que tiene porque otros lo pueden necesitar. Según Jesús, ha dado más que nadie, pues no da lo que le sobra, sino «todo lo que tiene para vivir».

No nos equivoquemos. Estas personas sencillas, pero de corazón grande y generoso, que saben amar sin reservas, son lo mejor que tenemos en la Iglesia. Ellas son las que hacen el mundo más humano, las que creen de verdad en Dios, las que mantienen vivo el Espíritu de Jesús en medio de otras actitudes religiosas falsas e interesadas. De estas personas hemos de aprender a seguir a Jesús. Son las que más se le parecen. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

sábado, 31 de octubre de 2009

Evangelio del domingo 1 de Noviembre.

Este domingo la lectura de las Bienaventuranzas nos interpela, sobre lo más importante en nuestras vidas.

LA ALEGRÍA, CAMINO DE SANTIDAD.
El evangelio de este Domingo (Mt.4,25-5,12), nos presenta a Jesús predicando ante la multitud el conocido discurso de las bienaventuranzas. Es el proyecto de vida que Jesús ofrece a los que quieren seguirle. Es un proyecto de felicidad. Pero no se trata de la felicidad que nos ofrecen la publicidad, el consumismo o los éxitos económicos, sino la felicidad que nace en las personas cuando al compartir lo que son y lo que tienen entregan su vida. La felicidad que Jesús nos invita a descubrir es la felicidad de saber asumir la vida con todo lo que ella tiene. Con sus alegrías y sus sufrimientos. Hay alegrías aparentes que nos enajenan, como el alcohol, la droga, el edonismo, etc. No son estas las alegrías que nos ofrece Jesús. Hay sufrimientos que nos destrozan cuando padecemos injusticias, abusos, calumnias, mentiras, murmuraciones, etc. Este tipo de sufrimientos que destruye la vida tampoco es querido por Dios. Por eso nos llama a dejar de lado las actitudes que lo producen.
Cuando Jesús nos dice felices los pobre, los que lloran, los que sufren injusticias, se refiere no solo a los sufrimientos de quienes padecen pobreza, opresión y exclusión, sino también a los sufrimientos de aquellos que sufren por defender la justicia, por defender la verdad, por vivir el amor. Los sufrimientos que Jesús nos invita a asumir son los sufrimientos que redimen. Cuesta ser justo, cuesta vivir en la verdad y en el amor; se sufre un poco y a veces mucho hasta lograrlo, pero a pesar de esa dificultad quien luche por orientar su vida con estos valores siempre descubrirá profundas razones para ser feliz. Por eso Jesús no sólo anuncia felicidad a los que están sufriendo sino también a los de corazón puro, a los que trabajan por la paz, a los que son misericordiosos. En este mundo en donde vivimos intensamente alegrías y sufrimientos y donde pasamos bruscamente de un estado anímico a otro, Jesús nos invita a preguntarnos ¿Cuáles son los sufrimientos y falsas alegrías que tengo que erradicar de mi vida? Y ¿Cuáles son los sufrimientos y alegrías que tengo que asumir y cultivar en mi vida para crecer en mi capacidad de amar?.
En el contexto de la celebración del día de Todos los Santos, Jesús nos presenta las Bienaventuranzas, como un camino de felicidad y santidad para nuestra vida, en el sentido de un estilo de vida que refleja en quien lo vive su condición de pertenencia a Dios, y desde el punto de vista moral, su fidelidad al ejemplo de vida del Señor.
Fr. Miguel Angel Ríos

lunes, 26 de octubre de 2009

Evangelio del domingo 25 de octubre 2009 :El ciego de nacimiento

El relato bíblico de Marcos nos dice lo siguiente: "...Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al camio. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: "!Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!... Jesús dirigiéndose a él, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le respondió: Rabbuní, !que vea!. Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado"


¿QUÉ QUIERES QUE HAGA POR TI?.
Unos más, otros menos, en líneas generales, la mayoría de las personas nos damos cuenta que más allá de la crisis global a nivel de instituciones y de los sistemas políticos y económicos, vivimos en un nivel más profundo una crisis respecto al sentido de nuestra vida. ¿A dónde vamos? ¿Qué buscamos?. Nos damos cuenta que este estilo de vida actual en lugar de favorecernos, nos deshumaniza; pero no vemos forma de desmontarlo. Estamos como ciegos. Se podría decir que asistimos a una nueva versión del episodio del evangelio de hoy (Mc.10,46-52), que nos presenta un ciego de nacimiento, pidiendo a gritos a Jesús que lo sane, a pesar de que la gente de su entorno lo hace callar, es decir, lo margina, para que no moleste ni realice acciones ridículas. En este ciego podemos vernos reflejados todos, no solo por la imposibilidad de percibir nuestra realidad en profundidad, sino también por la situación de exclusión en la que podemos estar, o la actitud excluyente que podemos tener, al marginar a alguien, por causa de nuestras cegueras. El ciego llamó a gritos a Jesús para que lo sanara. ¿A quién llamamos nosotros para ser sanados?. ¿Somos concientes de que estamos a ciegas?. Cuando Jesús escuchó el clamor del enfermo, se acercó y le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti?, es decir, no lo excluyó, sino que lo reintegró a la vida en relaciones sociales y humanas. El ciego sabiamente le respondió: “Maestro, que yo vea”. Este hombre, enfermo, no pidió dinero, ni poder. Pidió sencillamente poder ver. Pidió lo esencial para su vida en ese momento.
Ver nos permite ser testigos de la realidad en la que vivimos, tomar conciencia de ella y asumir un compromiso de participación social. Ver, significa tomar conciencia de quienes somos, cuál es nuestra identidad y qué es lo que queremos realizar como opción de vida. Desde el punto de vista de la fe, ver, significa encontrarse cara a cara con el Señor y tener una experiencia de su acción en nuestra vida, así como la experiencia del ciego al verse sanado.
¿Qué quieres que haga por ti?, es la pregunta que hoy nos hace el Señor a todos y a cada uno en particular. ¿Qué le responderemos?. De nosotros depende el saber aprovechar este momento para pedirle lo que realmente necesitamos, de modo que podamos caminar hacia una vida más humana, más solidaria, sin excluidos de ningún tipo, en donde asumamos con sinceridad lo que somos cada uno de nosotros.
Fr. Miguel Angel Ríos op.

MUSICA DE FONDO