¡BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR!
Hoy comenzamos la Semana Santa y el evangelio nos narra la entrada de Jesús a Jerusalén, según la versión del evangelista san Lucas (Lc.19,28-40). Se trata de una entrada distinta a la del común de los peregrinos que llegaban a Jerusalén con motivo de la celebración de la pascua del pueblo judío. Jesús no entra a Jerusalén confundido entre la multitud de peregrinos, porque, a pocos días de sufrir su crucifixión y muerte, en la última etapa de su vida terrena, él quiere expresar de manera visible con signos contundentes, el sentido salvador de todo lo realizado durante su vida y de lo que se realizará en su pasión, muerte y Resurrección.
Aclamado por la gente que le grita: “Bendito en el nombre del Señor el que viene como rey”, Jesús se revela como un monarca que no es de este mundo, desde el momento en que no se muestra con el poder de los grandes de este mundo. No llega en cabalgadura militar, sino montado humildemente sobre un asno. Su reinado es el del servicio, por eso es recibido con los signos populares que la gente de Israel acostumbró realizar, cuando en ocasiones anteriores acogió a quienes reconoció a través de su historia como sus reyes y servidores, como por ejemplo Salomón. Entre esos signos están las aclamaciones, las palmas y los mantos puestos a su paso a modo de alfombra.
Pero en Jesús, hay alguien más que una persona humana; la gente lo reconoce como el que viene en nombre del Señor, es decir, lo reconoce como el Mesías, el Salvador, el que viene a realizar una nueva pascua; la Pascua de la Alianza nueva y eterna, con la cual Jesús realiza para todos nosotros el sencillo servicio del amor, perdonando nuestros pecados.
Al iniciar la Semana Santa, celebrando el Domingo de Ramos, dispongámonos no solo a disfrutarla como un tiempo de descanso aprovechando los días feriados, sino vivámosla sobre todo como un tiempo apropiado para recibir a Jesús, que al igual como entró en Jerusalén, quiere entrar en nuestras vidas con la ceremonia de un rey servidor, para llevarnos en su Pascua a vivir nuestra pascua, dando los pasos necesarios desde nuestros egoísmos, orgullos y rencores, hacia el amor, la generosidad, la sencillez y el perdón, para reencontrarnos con nosotros mismos, con Dios y nuestros hermanos como servidores y ser bendecidos por aquel que viene en el nombre del Señor.
Fr. Miguel Angel Ríos op.
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