Queridos amigos y amigas el terremoto no ha pasado inadvertido, nos ha hecho detenernos para pensar sobre nuestra propia fragilidad y sobre aquello que es verdaderamente importante: la familia, los hijos, los amigos, las personas que amamos, la vida.
Les saludo a la distancia, mil abrazos. Les anexo la reflexión bíblica sobre el comentario al evangelio de este domingo recién pasado de Fray Miguel Angel.
TERREMOTO Y CONVERSIÓN
Se acabó el terremoto y ahora viene la reconstrucción. Algunos lo perdieron todo, hay que empezar todo de nuevo. Algunos perdieron parte de lo que tenían, esa parte se reconstruirá de nuevo. Algunos no perdieron nada y sólo sufrieron daños menores, en este caso habrá que reponer los estucos y limpiar la tierra que cayó. De todas formas, todos tendremos algo nuevo después de la catástrofe. No será de inmediato seguramente, pero mientras nos defendemos con algo provisorio, se va haciendo la nueva reparación definitiva.
Así como se dan los fenómenos de los terremotos en tantos suelos y en especial en nuestro suelo chileno, así también en ese otro terreno que es el terreno espiritual de nuestra vida, también se dan “terremotos” que nos afectan en lo personal, familiar y social. “Terremotos” que echan por tierra nuestra vida, cuando descubrimos que los cimientos en los que la afianzábamos eran falsos, frágiles, inconsistentes e insuficientes.
La parábola del Hijo pródigo (Lc.15,11-32), es un ejemplo de una familia que en un determinado momento de su vida, sufre un “terremoto”, por causa de un hijo que se va de la casa, ansioso por gastar en todo tipo de placeres el dinero de la herencia que le correspondía. En lo personal el hijo sufre este terremoto, en el momento en que se le acaba el dinero, pasa hambre y se siente solo; su padre sufre esta crisis en el momento en que el hijo se aleja del hogar y también se siente solo. Ambos experimentan la fragilidad y lo caduco de la forma de relacionarse que hasta ese momento tenían. La parábola no nos dice nada explícito a este respecto, pero permite suponer que faltaba un nivel de mayor profundidad en esa relación familiar entre un hijo que tenía todo lo material que pedía y un padre que se lo concedía.
El desenlace del relato nos muestra que en circunstancias de crisis, se despierta en las personas una especie de intuición que hace percibir lo importante, lo verdadero, lo esencial, lo que está en peligro de perderse al equivocar los criterios de vida y tomar por esencial y absoluto, lo que no es más que relativo y mediático. Este hijo y este padre de la parábola, dan un vuelco radical a sus vidas a partir de ese momento crítico. Se vuelcan a la verdad del amor , descubriéndola y experimentándola como la cualidad esencial de todo ser humano. El hijo va a vivir este amor en clave de arrepentimiento y humildad para reconocer su error, y el padre va a vivir este amor en clave de gratuidad, acogida, entrega, esperanza y confianza. Lo central del relato viene a ser el reencuentro fundado sobre la cualidad esencial del amor, que hace que a partir de allí se comience a desarrollar una relación nueva, mucho más profunda ,auténtica y duradera, que la primera que estaba condicionada por el ídolo de lo material. En este hijo y este padre que se reencuentran, están representadas las cualidades del amor de Dios para cono nosotros, en especial su misericordia.
Una verdadera conversión, es como “terremoto” espiritual, y se desencadena cuando vivimos una experiencia fuerte de dolor, de fragilidad, de impotencia frente a alguna situación. También se dan cuando, a pesar de lo que hayamos hecho, experimentamos la gratuidad del amor, el perdón, y la alegría que transmite el rostro de quien nos acoge con misericordia, confianza y esperanza Allí nos encontramos con nuestro Padre Dios. Por aquí va la conversión a la que nos llama el Señor con esta parábola del Hijo pródigo en este cuarto Domingo de Cuaresma. ¿Hay algo que en este tiempo de conversión me esté remeciendo con fuerza?¿Qué terremotos interiores estoy viviendo?.
Fr Miguel Angel Ríos op.
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