EL DÍA DE LA LIBERACIÓN.
El texto del evangelio de este Domingo (Lc. 21,25-28. 34-36), nos presenta a Jesús anunciando el día de la liberación. Jesús hace referencia al futuro último de la historia humana y lo describe como un momento en el que el templo de Jerusalén será destruido y se alterará el orden cósmico universal. Lo central del mensaje está contenido en las palabras de Jesús anunciando la inminencia del “día de la liberación”. Por eso el Señor exhorta a estar alerta, en oración, para no endurecer el corazón, ni dejarse llevar por los vicios e idolatrías de este mundo.
En el contexto de la preparación a la celebración de la Navidad que hoy iniciamos, este mensaje nos invita a vivir el Adviento como un tiempo de esperanza en la vida, como manifestación del amor de Dios. Por lo mismo, este pasaje evangélico, nos invita a no dejarnos llevar por la tentación de interpretar en clave de desastre o situación terminal, las distintas situaciones de crisis que a cada uno de nosotros nos toca vivir. Es precisamente en esas situaciones esclavizantes de mediocridad, violencia, corrupción e injusticia, que la presencia de Jesús adquiere un sentido liberador. Por eso, el día de la liberación anunciado por el Señor no necesariamente ha de ser el día del “juicio final” o el día en que nos muramos. Jesús está con nosotros cada día, para liberarnos de todas aquellas conductas, ansiedades, angustias, afanes de poder y mediocridades que esclavizan nuestro corazón y violentan nuestra convivencia humana.
La exhortación del Señor a no dejarnos aturdir por los vicios y las preocupaciones de la vida, nos recuerda, que su acción liberadora, exige por parte nuestra una disposición activa a la conversión, para percibir en medio de las dificultades humanas, los signos de su presencia, bendiciendo y dando plenitud a todo lo bueno que realizamos en la vida.
Fr. Miguel Angel Ríos op.